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Más allá del sepelio… el femicidio deja traumas sicológicos en toda la familia

Un femicidio es y será noticia. Durante varios días las personas hablan del tema, lo comentan, se escandalizan, algunos lo lamentan. Los medios de comunicación le dan seguimiento hasta que la noticia se vuelve “vieja” y finalmente, algo nuevo ocurre y la atención sobre el terrible suceso se desvanece.

¿Qué pasa con las familias de la víctima? ¿Cuál es la situación de las y los huérfanos? ¿Tienen las familias de las víctimas la posibilidad de acceder a atención psicológica, en especial para los menores? ¿Cómo sobreviven estos niños y niñas a semejante realidad? ¿Y las madres de las víctimas, sus hermanos y hermanas?

La necesidad de responder a estas interrogantes y seguir visibilizando los femicidios en Nicaragua, fue lo que impulsó al grupo “Católicas por el Derecho a Decidir”(CDD) a realizar una exploración sobre las familias. El documento Diagnóstico situacional con familias de víctimas de femicidio, contiene testimonios de ocho familias de mujeres y niñas víctimas de femicidios en el periodo 2015 a 2020 en Nicaragua.

Según las estadísticas de las CDD, 344 mujeres fueron víctimas de femicidios en ese mismo periodo. Una de ellas fue Zaira Fonseca Bravo, 38 años, asesinada por su pareja apoyado por el cuñado, el 24 de agosto del 2015 en el municipio de Nueva Guinea; le dispararon en su cama mientras dormía. La víctima tenía una hija y 2 hijos que actualmente tienen 23, 19 y 15 años de edad respectivamente.

En las conversaciones con las CDD, la hija mayor de Zaira, que tenía 18 años cuando ocurrió el femicidio, cuenta que a ella le correspondió asumir la denuncia contra su papá y todas las diligencias legales para que se hiciera justicia. “La vida te cambia totalmente”, dice la joven, que hoy es una profesional de farmacia y junto a sus hermanos han logrado salir adelante.

En este caso en particular, contaron con el apoyo de la comunidad quienes realizaron marchas demandando justicia; los dos femicidas, Francisco Javier (pareja) y Anselmo Martínez (cuñado de la víctima) fueron condenados. La jueza dictaminó que los bienes pasarían a ser administrados por los hijos, quienes hasta la fecha trabajan en la finca que les quedó; sin embargo, el duelo y el trauma fue durísimo. 

“Después del asesinato de mi mamá, en los primeros días teníamos apoyo moral de la familia, pero después nos ha tocado solos. Creí que me iba a volver loca”, expresa Seyling. La familia por parte de la madre asesinada vive en San Francisco Libre y la distancia no les permite tener un apoyo cercano. 

Las explicaciones mágico-religiosas no ayudan

Esa expresión de “volverse loca” que usó la hija de Zaira, define la mezcla de sentimientos que las hijas e hijos de víctimas de femicidio llegan a experimentar, sin importar la edad que tengan. Laura, terapeuta especialista en traumas con enfoque sicosocial, afirma que las personas viven sus duelos de forma diferente según edad, cercanía, sentimientos de lealtad, entre otros factores. Los niños, las niñas no encuentran una explicación para lo ocurrido y, por otro lado, están su amor por el padre, por la madre muerta, su percepción de desamparo y necesidad de un adulto protector. A la par pueden estar el miedo al padre y el rechazo, de ahí preguntas tales como: “¿Cuándo mi papa salga de la cárcel, me va a poder buscar? ¿Tengo que hablar con mi papa cuando salga?”.

Laura nos comparte que en uno de los casos que atendió años atrás, la niña menor de seis años fue testigo del femicidio y ni siquiera aceptaba que su mamá estaba muerta porque la familia no le permitió que fuera al cementerio… “A ella le daban esa explicación mágico-religiosa de que su mamá estaba en el cielo y en todos lados y que un día volverían a estar juntas. Ese tipo de argumentos no aportan al proceso de aceptación y sanación del duelo de una forma sana”, nos explica.

Laura también nos comenta el caso de una adolescente, que lidiaba con el duelo al mismo tiempo que con los sentimientos de culpa porque ella estaba presente cuando su padre golpeó a su madre hasta matarla. La chavala pensaba que ella habría podido hacer algo para salvar la vida de su madre.

Al igual que la hija de Zaira, a esta adolescente también le tocó acusar a su padre y testificar. Años después de la condena tuvo que lidiar con los mensajes del padre femicida pidiéndole perdón. “Ella no estaba lista ni para leer la carta, ni para perdonarlo. En casos como éste esas reacciones son normales pero las y los hijos de víctimas de femicidio necesitan ayuda psicológica para superar los sentimientos conflictivos en torno a los hechos”, afirma Laura.

En ocasiones, además del trauma de perder a su madre de una forma violenta en manos de su padre y los sentimientos de rabia, odio, dolor y frustración, las hijas e hijos también deben soportar la presión social y familiar. Se dan casos en los que miembros de la familia paterna -que también sufren secuelas del acto violento- apelan a creencias religiosas para pedir a las hijas e hijos huérfanos que perdonen al femicida.  Estas prácticas, según la especialista, en vez de ayudarlos, acentúan los conflictos y pueden detonar problemas emocionales más graves en las y los hijos huérfanos.

Apoyo emocional, sicológico y contención sicosocial

Las familias de víctimas de femicidio, después que una mujer de la familia es asesinada por su pareja, amigo, padre, vecino o primo, difícilmente vuelven a ser las mismas. Una de las recomendaciones en el estudio Diagnóstico situacional con familias de víctimas de femicidio enfatiza en la necesidad del apoyo emocional y psicológico para procesar el trauma.

El periodo para adaptarse a la pérdida en un duelo, lo que se conoce como un duelo “sano o normal”, puede durar entre los seis meses y un año. Sin embargo, es muy diferente para la madre de una víctima cuando le toca estar al frente de un proceso judicial. Según explica la terapeuta: “Desde la audiencia inicial hasta la lectura de sentencia puede pasar un año, y en ese tiempo ella ni siquiera ha iniciado la etapa del duelo porque psicológicamente ocurre un fenómeno: la madre siente la necesidad de honrar la memoria de su hija haciendo justicia, y no descansa y no se da el permiso de vivir su duelo hasta que el femicida ha sido condenado”.

Las madres, hermanos y hermanas de las mujeres víctimas de femicidios también son fuertemente afectados, cada uno de forma distinta. Por ello se recomienda atender a toda la familia y de paso crear lo que se le conoce como contención psicosocial sostenida en el tiempo. Es decir, animar el funcionamiento de un grupo en el que, a medida que van aprendiendo a manejar su dolor, se dan apoyo emocional mutuo.

Haciendo referencia a la comunidad la terapeuta señala que: “No es necesario hablar, con solo que la persona sepa que estás ahí para ella, eso ya es de ayuda. La empatía es indispensable porque es la que dicta qué decir y qué callar en estos casos”. Un aspecto fundamental de la empatía es que evita culpabilizar a las víctimas.

La ley 779, un amparo legal que debemos utilizar

Desde el 2018 el contexto sociopolítico de Nicaragua agudizó la situación de las familias de mujeres víctimas de femicidio, pues con el cierre de muchas organizaciones de mujeres, se cerraron también los espacios que se especializaban en brindar apoyo legal y psicológico a las familias.

Sin embargo, la ley 779 sigue siendo un marco jurídico fuerte. El Estado está en la obligación de cumplirla y brindar todo el apoyo y acompañamiento necesario a las familias de mujeres víctimas de femicidio, así como a sus hijas e hijos. Aunque haya limitaciones, hay que seguir denunciando las distintas formas de violencia contra las mujeres y visibilizar el problema. La Policía Nacional sigue siendo el primer sitio adonde se debe acudir y es fundamental que escuchen y atiendan las denuncias de las mujeres.

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El solo hecho de interponer la denuncia por violencia, deja un precedente y visibiliza el problema. Y ahora, en la era digital, existen espacios a los que se puede acudir en busca de apoyo y uno de ellos es “Católicas por el Derecho a Decidir”.

¿Qué pasa con la tutela de las y los menores?

La ley 779 no contempla nada acerca de qué debe pasar con las hijas e hijos de las mujeres víctimas de femicidio. Ha habido casos donde los menores quedan bajo la tutela de la familia paterna, es decir, un espacio donde las probabilidades de recibir apoyo emocional para superar el duelo y el trauma son menores porque lo más común es que no se hable del tema, o se digan cosas como “quién sabe qué hizo tu mamá para terminar así”.  En cualquier caso, es importante que el Estado tome responsabilidades en cuanto a la atención psicológica de esos niños y/o niñas.

“De acuerdo con el Código de la Familia, Ley No.870, al faltar la mamá o el papá sus hijas/os niñez y adolescencia quedan bajo el cuidado, crianza y representación del referente familiar más cercano en la línea;(por lo general), se les ha dejado a las abuelitas, pero pueden también quedar a cargo de hermanos mayores o de sus tías o tíos”, nos explica Lucy Sánchez, abogada feminista.

La abogada nos cuenta que en situaciones normales, al faltar la mamá es el padre quien tiene la responsabilidad parental. Sin embargo, cuando se trata de femicidios es más complejo y merece mayor análisis porque si el femicida no fue el padre biológico, tienden a quedar con el papá biológico, pero si se comprueba que el femicida fue el papá biológico, “éstos no quedan obligados a estar con la familia paterna. Muchas veces se ha tomado en cuenta la decisión de las o los menores, y hay casos, una minoría, en dónde deciden quedarse con la familia paterna”, finaliza Sánchez. 

Tips de ayuda 

Con los hijos e hijas

  • Dar a hijas e hijos la oportunidad de despedirse de la madre. En el caso que la familia decida no mostrar el cuerpo, debe permitírseles ir al entierro, o al menos conocer dónde fue sepultada. Esto les permitirá asociar físicamente un sitio donde se encuentra su mamá, sobre todo cuando son muy jóvenes. 
  • Evitar las explicaciones mágico-religiosas que les hacen creer que la mamá regresará en algún momento o que los espera para reunirse con ellos o ellas. Frases como éstas, aunque suenen a mentira piadosa, no colaboran en el proceso de aceptación del duelo y pueden instalar la idea de desear morir para juntarse con la madre muerta.  
  • Buscar ayuda sicológica para que puedan procesar el trauma del femicidio y aprendan a manejar sus emociones.
  • No presionarlos para que perdonen a sus padres. El proceso del perdón está romantizado y sobrevalorado por la religión. Lo ideal es dejar que cada persona decida si quiere hacerlo o no; es un proceso muy personal. 

Con las madres de víctimas de femicidio

  • También deben recibir ayuda sicológica; tener la oportunidad de conversar con otras madres que han pasado por el mismo proceso es una importante ayuda.
  • Amigas, vecinas, líderes de la comunidad podrían ofrecer palabras de apoyo, escuchar a la madre sin juzgarla y sin juzgar a la mujer asesinada. Agregar culpas a las víctimas no ayuda y sólo acrecienta el malestar emocional.
  • Las amigas o compañeras de trabajo de la víctima suelen ser de mucha ayuda para las madres ya que ellas conocen anécdotas y tienen vivencias que pueden compartir a la madre. Este tipo de apoyo reconforta, fortalece buenos recuerdos, ayuda a soportar el dolor.
  • Durante el proceso legal debe darse acompañamiento. La terapeuta Laura dice: “Hay una fase donde en la búsqueda de justicia, en la que la mamá se comporta como investigadora y en ese proceso está reviviendo el duelo, el femicidio. Eso la revictimiza, no es sano y hay que hacerle saber que son tareas que corresponden a las autoridades”.
  • Una vez que el femicida ha sido condenado, se debe apoyar a la madre de la víctima para que procese su pérdida. En esta etapa puede haber distintas manifestaciones psicológicas que hay que atender. Así como algunas madres se dan permiso para comenzar a llorar a la hija muerta, otras se abandonan a sí mismas, no quieren comer, etc. 

Cabe señalar que cuando ocurre un femicidio sus madres también, en forma distinta a la familia de la víctima, sufren los efectos negativos de ese hecho. La mayor parte de las madres no esperan que sus hijos se conviertan en asesinos. Ellas también deberían buscar ayuda para procesar lo ocurrido y seguir adelante de manera saludable y sobre todo para reflexionar sobre las actitudes y la empatía que deben tener hacia las víctimas directas del femicidio.  

Además de la urgencia de apoyar a las familias, es necesario tomar en cuenta, que los femicidios afectan las vidas de todas las mujeres porque la conducta femicida se propaga, se normaliza como una forma de resolver conflictos o como formas de controlar a las mujeres. Países en los que los femicidios se incrementan cada año, están enviando a la sociedad el mensaje de que la vida de las mujeres no importa. De ahí la importancia de continuar denunciando y demandando que los Estados actúen en la atención del problema una vez que se dan los hechos, pero también actuando proactivamente en la prevención de este tipo de delitos. 

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