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El pacto de cuidarnos. Poner el cuidado en el centro de nuestro activismo es la mejor forma de rebelarnos contra el sistema capitalista y patriarcal

El pacto de cuidarnos. Poner el cuidado en el centro de nuestro activismo es la mejor forma de rebelarnos contra el sistema capitalista y patriarcal

Ser una defensora de derechos humanos no es fácil. Se trata de una lucha constante contra el sistema, de idas y venidas, noches de desvelo, mucho trabajo físico y mental y definitivamente emociones encontradas. Llega un punto donde el desgaste físico y emocional se vuelve más evidente; conscientes de esta realidad, la Iniciativa Mesoamericana (IM-Defensoras) decidió realizar la Estrategia de Autocuidado, Cuidado Colectivo y Sanación (ACCS).

“Es un principio muy básico…somos una especie que requiere los cuidados de otras personas para poder llegar a la vida adulta, es el cuidado lo que nos sostiene, personal, familiar, comunitario, sin los cuidados el mundo no camina, no se alimenta, no descansa, no recibe el cariño que necesita, no sana. Pero en un mundo patriarcal, esa tarea esencial ha estado relegada a un segundo plano y no se le ha dado la trascendencia política que tiene”, nos explica Marusia López, cofundadora de la Iniciativa Mesoamericana (IM-Defensoras).

Poner el cuidado de nosotras en el centro, es el primero de los cuatro pilares de la Protección Integral Feminista (PIF), planteados en el libro El Pacto de Cuidarnos, un texto de autoría colectiva que sistematiza más de 10 años de experiencia de la IM-Defensoras.

“Politizar los cuidados significa devolverle a los cuidados colectivos su verdadera dimensión, su verdadera importancia y entender que, pese a lo que el capitalismo patriarcal nos obliga, tenga la relevancia política que tiene en la vida diaria de las personas, el derecho que tenemos de cuidanos, la responsabilidad colectiva de cuidarnos y que eso sea lo que guíe nuestros activismos y el tipo de mundo que queremos construir”, agrega Marusia.

Madres de todo el mundo: huérfanas de nosotras mismas

Esta frase encierra una de las reflexiones más profundas de las IM-Defensoras, pues cuando iniciaron el proceso de autoreconocimiento de desgaste físico y emocional, reflexionaron que durante todos los años que no reconocieron que necesitaban ayuda, estaban cumpliendo con el rol patriarcal impuesto, ese que nos deja en último lugar. Madres de todo el mundo: huérfanas de nosotras mismas.

Ese primer paso les permitió iniciar en lo que hoy llaman el cuidado antihegemónico, colocando en el centro la red de la vida, la dignidad humana, las comunidades de cuidados, los saberes ancestrarles, la empatía, la compasión y la solidaridad. “Porque al mirar las necesidades de cuidados, no solo nos protegemos de la violencia, sino que dábamos mucho más valor a lo que el cuidado tiene a nuestros proyectos políticos. Es reconocer que todo lo que hemos hecho históricamente para los otros, lo hagamos para nosotras mismas”, nos dice Marusia.

Reconocer que somos humanas, poder hablar de lo que sentimos, de las cosas que nos veníamos guardando, poder compartir, llorar y reconocer nuestros dolores, nuestras historias en el activismo y el impacto de las múltiples violencias que nos atraviesan, es la ruta indicada para comenzar el proceso de sanación.

Descansar y sanar

Cuando hablamos de sanación, “nos referimos a un proceso vivo, empoderante, que desafía la lógica de quedarte como víctima y que nos devuelve el poder a las mujeres cuando actuamos en colectivo. La sanación como reparación, como preservación, la sanación como batalla por la vida, por colocarnos en una energía de vida; también hemos reflexionado en el tema de la sanación como un proceso para recuperar las enseñanzas, las sabidurías de nuestros pueblos, retomando las ideas prácticas y las cosmovisiones de que somos parte de un todo, de que estamos en armonía con el planeta, con la riqueza de la Madre Tierra, de sus símbolos; la sanación como un proceso vivo hacia la justicia, hacia transformación de estos daños y agresiones”, cita el documento Entre agua dulce y mareas de las IM-Defensoras.

Antes de llegar a ese proceso es necesario volver la mirada a lo más básico: el descanso. El cansancio, físico, mental y emocional no permite que las mujeres, y especialmente las defensoras de derechos humanos, puedan cumplir su rol, es por eso que una de las primeras medidas de la estrategia, es llevarlas a un lugar seguro, a ellas y sus familias, donde puedan descansar sin preocupaciones y darse tiempo para iniciar su proceso de sanación, desde el reconocimiento de sus emociones hasta la etapa de reinserción.

En la estrategia de Autocuidado, Cuidado Colectivo y Sanación, se plantean cuatro principios éticos que sustentan la PIF: 1) El cuidado es un derecho, 2) el cuidado es un acto de justicia que nos reconecta con la red de la vida, el buen vivir y el bienestar individual y colectivo, 3) el cuidado como un acto transgresor que cuestiona modelos capitalistas, racistas, patriarcales y misóginos y construye una práctica política del mundo que queremos vivir nos lleva a descolonizar nuestras relaciones, nuestras emociones y prácticas; y finalmente 4) el cuidado es una forma de resistencia en un contexto de violencia y opresión constante sobre nuestros cuerpos y nuestras mentes.

Tener la capacidad de reconocer que el cuidado es un proceso dinámico y de formación constante, retomar saberes ancestrales y abrir nuevos espacios de intercambio de herramientas, reflexiones y conocimientos, son formas de practicarlo.

La estrategia también plantea que el cuerpo es siempre el punto de partida, desde donde se realiza el trabajo físico, emocional, mental, espiritual y energético. Si comprendemos y atendemos nuestras afectaciones, estamos aplicando el autocuidado. El siguiente paso es integrar a las familias a este proceso, pues la experiencia ha enseñado que, si no se incluye a las personas amadas, no hay descanso, ni sanación.

Cómo está la situación de las defensoras en Centroamérica Entre 2012 y 2020 las IM-Defensoras documentaron más de 17 mil agresiones contra más de 5 mil defensoras en Centroamérica y México. Sólo en el 2022, se registraron 2,625 agresiones y 15 compañeras fueron asesinadas.   De las más de 2,600 agresiones registradas en el 2022, las más numerosas fueron de: acoso, descrédito, campañas de difamación y amenazas. También se ve con preocupación el aumento de la criminalización en toda la región.   “Es difícil hablar de un país donde haya más violencia porque depende de los contextos y del año. Honduras de 2010 hasta el año pasado (2022), tuvo un incremento constante de violencia, especialmente contra las defensoras de territorio”, analiza Marusia. El Salvador no presenta cifras preocupantes, pero sí un contexto difícil para ejercer la defensoría de los derechos humanos, por la violencia social que se vive.

Las redes nos salvan

Yessica Trinidad, coordinadora de la Red Nacional de las Defensoras en Honduras nos cuenta que para ellas ha sido importante ser parte de la IM, les ha permitido tener una visión más amplia de cómo las mujeres defensoras de derechos humanos viven y hacen frente a la violencia extractiva, a la violencia que viene del Estado “y nos hemos sentido acuerpadas en todo momento, porque no es lo mismo tener respaldo de compañeras y organizaciones a nivel de país, que tener respaldo a nivel de la región”, asegura.

Durante los años de la dictadura de Juan Orlando Hernández (2014-2022). Yessica nos cuenta que fue gracias a las redes de otros países, como la Red de Defensoras en El Salvador, la Red de Defensoras en Guatemala, México y Nicaragua que pudieron hacer eco de todas las violencias que todas las mujeres defensoras de derechos humanos vivían, no sólo de parte del Estado, sino también por parte del crimen organizado y de la empresa extractiva que quieren despojarnos todos los días de nuestros territorios.

“Cuando ocurrió el asesinato de nuestra hermana y compañera Bertha Cáceres, ser parte de la iniciativa en ese momento, nos permitió tener solidaridad en un momento tan duro para nosotras como red defensoras, pero además hacer eco de la denuncia…ser parte de la IM significa hacer vivo ese lema las redes nos salvan, porque no es sólo el tema de las denuncias, sino de poder acompañar a las compañeras cuando su vida está en riesgo, y eso lo hace posible las redes que están en otros países”, dice Yessica.

Pasos firmes, nuevos retos

En medio de un contexto global y regional complejo, las defensoras saben reconocer en voz alta los logros que han tenido desde su formación. El primero es celebrar esa intuición que tuvieron en el 2009 acerca de articularse para hacerle frente a la violencia que estaban viviendo, y comprometerse las unas con las otras, tal y como dice el título del libro El Pacto de Cuidarnos.

La capacidad de actuar de manera oportuna frente a emergencias del contexto y de las necesidades de las compañeras, construir una infraestructura organizativa de recursos y herramientas para responder de mejor manera y poner el cuidado en el centro de la acción política, les ha ayudado a ser coherentes como movimiento social.

“Un reto que venimos haciendo más consciente desde el 2020 es el desgaste; esta prolongación de los estados de violencia que no cesa, que parece que no va a acabar nunca, está generando un desgaste en los movimientos sociales…estos últimos años han sido muy duros, ha habido muchas pérdidas de compañeras muy queridas…estamos en un momento donde debemos ser más estratégicas en cuánto a cómo hacemos las cosas y cómo nos cuidamos juntas, para ayudarnos a transitar por este periodo histórico tan difícil”, reflexiona Marusia.

Como mujeres, como centroamericanas nosotras también podemos y debemos ser parte del cambio. Una de las formas activas y directas de hacerlo es vinculándose a las redes nacionales que hay en cada país.

Un vistazo a las IM-Defensoras

La IM es una articulación de mujeres que defienden los Derechos Humanos. Más de dos mil defensoras de 300 organizaciones, comunidades y movimientos sociales, que trabajan organizadas en México, Honduras, El Salvador y Nicaragua, que se comenzaron a organizar desde el 2009 y se constituyeron desde el 2010, para protegernos cuando hay una situación de amenaza, violencia o de agresión, que venga por parte de quienes pretenden silenciarnos, pero también de las violencias que vivimos en nuestro entorno familiar, comunitario o dentro de nuestras propias organizaciones o movimientos.

Cada red se organiza de manera autónoma y construye sus propios equipos de trabajo. “Hacemos un análisis de riesgo para saber cómo estamos, cuáles son las amenazas, qué necesitamos, cómo articular las distintas necesidades que tenemos, entonces construimos un plan de protección para fortalecer nuestra seguridad física, jurídica, en nuestra salud y bienestar o el de nuestras familias, que muchas viven el impacto de la violencia que van hacia las defensoras”, afirma Marusia. La ruta de protección de cada compañera es única porque cada una tiene sus propias necesidades.

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