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Educación sexual integral, un camino por construir en Centroamérica 

Educación sexual integral, un camino por construir en Centroamérica 

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Por: Reyni Ponce, Katherine Estada y Ang Azofeifa

Edición: Gabriela Paz López | Ilustraciones: Tania

“Era difícil que nosotros recibiéramos una educación sexual adecuada en casa, entonces teníamos adultas y adultos que no estaban formados en ese tema, les costaba mucho encarar eso con sus hijas e hijos, y es lo que intentamos cambiar”- reflexiona  Kattia Grosser.

En Centroamérica, se observa un retroceso general en el acceso a una educación sexual integral e inclusiva. Kattia Grosser Guillén, exdirectora de Vida Estudiantil en el Ministerio de Educación Pública de Costa Rica, señala que “en este país costó muchísimo tener un programa de sexualidad en los colegios. Hubo numerosos intentos anteriores, todos fallidos y boicoteados principalmente por la influencia de la iglesia católica, llegando al punto de hacer desaparecer esos programas”. En este contexto, Centroamérica enfrenta la tasa más alta de maternidad adolescente en toda América Latina, con alrededor de 100 embarazos por cada 1,000 adolescentes en 2020, según la OMS. Según Grosser, esta situación es consecuencia de la falta de educación integral en sexualidad, advirtiendo que “a mayor educación sexual, menor es el inicio temprano de una sexualidad activa”. En Costa Rica, la inclusión de estudios en sexualidad en los programas escolares ha contribuido a reducir la cantidad de embarazos adolescentes.

Costa Rica, un modelo a seguir

Costa Rica ha avanzado notablemente en esta área. Según Grosser, “en 2012 se aprobaron los primeros programas de afectividad y sexualidad en la educación básica”. Estos programas se volvieron obligatorios para estudiantes de centros educativos estatales en 2018, lo que ha llevado a una reducción significativa en los nacimientos de niñas menores de 14 años. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, los nacimientos en niñas de 14 años o menos han disminuido de 12 a 3.8 por semana entre 2000 y 2021. (Durán, 2022).

En palabras de Grosser, resulta evidente la necesidad de proteger de manera amplia los derechos sexuales y reproductivos de la juventud centroamericana. La experta refiere que; “La salud sexual y reproductiva debe sostener una visión más integral de la sexualidad, libre de prejuicios, con conocimientos relevantes para la juventud, desde su cultura y su edad, sobre todo, promover la toma de decisiones conscientes y responsables”.

En su lucha por implementar programas de educación sexual en las escuelas, enfrentó obstáculos considerables. La influencia de la iglesia católica y la resistencia cultural dificultaron enormemente el camino hacia una educación sexual completa y abierta.

Sin embargo, para otros países de la región, el panorama es menos alentador. Aunque existen instrumentos que obligan al estado a diseñar y ejecutar programas de educación sexual integral, aún hay desafíos fundamentales, según Maricela Acosta, socióloga nicaragüense y educadora en derechos sexuales y reproductivos, la falta de una educación sexual integral tiene consecuencias profundas.

A pesar de ello, en la región existen diversas organizaciones sociales incidiendo para que la Educación Sexual Integral se contemplen dentro de las estrategias de políticas públicas y sea una responsabilidad que retomen los estados.

Maricela Acosta, socióloga nicaragüense y educadora en derechos sexuales y reproductivos, afirma: “En Nicaragua, en los últimos años se han realizado acciones desde el estado para incluir temas de educación sexual integral en la currícula educativa, sin embargo, aun la sociedad civil, sigue sin asumir compromisos claros frente a la materia.”

Mayra Bolaños, educadora de salud para la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA), destaca que la ausencia de una educación sexual integral resulta en la creación de entornos de socialización que fomentan la violencia contra mujeres y niñas, restringiendo así el ejercicio de sus derechos. Además, subraya que “la educación sexual integral abarca elementos interdependientes y es crucial para el desarrollo humano. No debe limitarse a procesos biológicos y reproductivos, sino que debe incluir información que permita el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos”.

Fernanda Gutiérrez, coordinadora del equipo de investigación y datos de ACCEDER en Costa Rica, aborda los desafíos actuales en el contexto de la educación sexual. Señala que aunque Costa Rica puede tener más recursos que otros países de la región, esto no garantiza que el estado cumpla plenamente con sus obligaciones. Gutiérrez resalta que uno de los motores del actual movimiento feminista en Costa Rica es abordar esta brecha en la educación sexual. En el caso de El Salvador y otros países de la región, muchas organizaciones feministas y de derechos sexuales y reproductivos se han dedicado a difundir información al respecto.

Es importante notar también que los países centroamericanos comparten rasgos socioeconómicos similares; la región se caracteriza por una inequitativa distribución de la riqueza, contextos con tensiones sociales, violencia política y un legado de enorme influencia ejercida por la religión sobre temas de salud sexual (Remez & Guttmacher Institute, 2008). Esto, sumado a que la educación sexual en la región, como refiere Mayra Bolaños, sigue siendo entendida desde un enfoque biológico-reproductivo, olvida otras necesidades importantes, como la sexualidad plena sin riesgo de contagio de enfermedades de transmisión sexual, el placer, el erotismo o los vínculos afectivos.

Frente a esta idea, Bolaños y Gutiérrez comparten opinión; “No contar con una educación sexual integral nos lleva a construir espacios de socialización, que no son gratos y, no tienen las condiciones para promover el desarrollo humano, si no más bien promueven entornos violentos para mujeres y niñas, que limitan el ejercicio de derechos”,  a esto, Acosta agrega: Al no contar con espacios de educación sexual integral, terminamos validando cualquier información alrededor del tema, información que puede ser estigmatizante, y dirigido al placer sexual, centrado únicamente en el hombre cis, colocando a mujeres y cuerpos LGBT en posiciones de sumisión y no de disfrute.”

Desde esta realidad, Grosser expone lo complejo que es entender la necesidad de incluir temas de diversidad sexual y de género en los programas de educación sexual integral. Según Grosser, “las identidades y diversidades son otro tema que genera mucha controversia, porque entra aquí toda la diversidad en términos de la población LGBTIQ”. En Costa Rica, este tema generó problemas en la conformación del programa de salud sexual integral.

Asimismo, es importante reconocer que en los últimos años, el contagio de VIH ha incrementado en América Latina. Entre 2010 y 2021, se registró un crecimiento del 4.7% de personas viviendo con el virus (Organización Mundial de la Salud & Organización Panamericana de la Salud, 2022). Ante esto, Grosser posiciona el objetivo de la educación sexual integral: “El objetivo debería ser que las personas adolescentes tengan una idea de la afectividad y de la sexualidad vinculada a su vivencia y a la corresponsabilidad, con el cuidado personal y con el cuidado del otro”, es decir, lo que se busca es la agencia de una vida sexual dirigida por decisiones responsables y conscientes.

En el triángulo norte centroamericano, la falta de información y sensibilización sobre la población LGBT aumenta su vulnerabilidad a situaciones violentas. Esta violencia comienza en el hogar, continúa en las escuelas y se extiende por todos los espacios sociales (Luna, 2024). Estos desafíos son consecuencia directa de la falta de educación sexual integral y la necesidad de incluir temas LGBT en la sociedad. Para crear entornos seguros, es esencial que los gobiernos fortalezcan sus marcos legales y cumplan con los estándares de derechos humanos.(PNUD- América Latina y el Caribe, 2023).

Grosser, explica que es posible generar espacios integrales e inclusivos; “Alrededor de los derechos humanos y la protección de la diversidad queremos permitir que los niños desde pequeñitos empiecen a hablar y reconocer la diversidad humana, fomentando el respeto por lo diferente y la riqueza de incluir las diferencias.

Para lograr cambios efectivos, según Bolaños, “es necesario darle un nuevo significado al concepto de sexualidad, lo cual nos permite reconectar con nuestro cuerpo y nuestros deseos. Dentro del desarrollo humano, la sexualidad debe ser una prioridad, entendida desde elementos como el amor propio, la diversidad y nuestras experiencias diarias, promoviendo el placer en torno a una sexualidad libre”. Si las condiciones necesarias no existen, debemos crearlas en nuestros entornos cercanos.

Kathia Grosser destaca la importancia de la educación sexual integral al mencionar que en 2015, en Costa Rica, se realizó una evaluación del programa, en la cual estudiantes, docentes, padres y madres estuvieron de acuerdo en que era un programa necesario y se mostraron satisfechos con él. Es crucial desde la familia y la comunidad construir nuestros propios espacios seguros, donde las personas puedan hablar abiertamente sobre temas relacionados con el placer, la sexualidad y la identidad de género, fomentando un diálogo abierto y libre de prejuicios”.

En resumen, la educación sexual integral requiere transformar los modelos educativos en la región, considerando los diversos aspectos que abarca la sexualidad. Es esencial que la sociedad centroamericana se responsabilice en este tema, evitando la difusión de información que estigmatice la vida sexual y genere situaciones de violencia.

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