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Viejas violencias, nuevos medios: la violencia digital en Centroamérica 

Viejas violencias, nuevos medios: la violencia digital en Centroamérica 

Una figura feminizada percibe muchos íconos negativos mientras navega por internet

Por: Petronila  Andazola, periodista, feminista y habitante de internet.

Nuestra relación con las tecnologías en los últimos años, y sobre todo a partir de la pandemia del COVID-19, ha evolucionado y vemos una transición global de nuestras vidas hacia las plataformas digitales. A nivel mundial el acceso a tecnología ha aumentado, en enero de 2023 DATAREPORTAL anunciaba que de los 8.01 billones de personas en el mundo: 5.44 billones utiliza teléfonos móviles (68%), 5.26 billones tiene acceso a Internet (64.4%) y 4.76 billones son tienen perfiles en redes sociales (60%); pero y es un gran PERO, la brecha tecnológica por razones de género continúa vigente, sobre todo en áreas geográficas empobrecidas. 

La UNESCO denunció, en 2017, que el 73% de las mujeres en el mundo, con acceso a Internet, han estado expuestas o han experimentado algún tipo de violencia en línea. Aunque no existen datos regionales oficiales sobre las violencias por razones de género a través de las tecnologías; múltiples iniciativas feministas, ciberfeministas y de defensa de los derechos digitales trabajan por nombrar, denunciar, documentar estas violencias y acompañar a quienes las sobreviven. En este artículo, dialogamos con cuatro mujeres centroamericanas, defensoras de los derechos de las mujeres en el ámbito digital, para tratar de contestar la pregunta: ¿Cuál es el panorama de la violencia digital contra mujeres y personas disidentes sexuales y de género en Centroamérica?

La Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC) define a las violencias de género a través de las tecnologías como “los actos de violencia de género cometidos, instigados o agravados, en parte o totalmente, por el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), plataformas de redes sociales y correo electrónico; y causan daño psicológico y emocional, refuerzan los prejuicios, dañan la reputación, causan pérdidas económicas y plantean barreras a la participación en la vida pública y pueden conducir a formas de violencia sexual y otras formas de violencia física”. 

Linda García, comunicadora guatemalteca e integrante de CIBERFEMLAB, explica que Las violencias que experimentan las mujeres y personas disidentes en línea son una extensión directa de las que ya enfrentan fuera de la pantalla. “Las prácticas machistas y patriarcales que tiene la sociedad, se trasladan precisamente al ámbito digital… es todo lo que nos hace daño, en este caso en nuestra vida en internet y en nuestro habitar en internet” explica. 

Siguiendo esta reflexión, la investigadora costarricense en temas de derechos digitales, Marión Briancesco, comenta que aunque estas violencias no son novedosas en el sentido de que son una extensión de las violencias históricas contra mujeres y personas de la comunidad LGBTIQ+; es importante nombrar que “por medio de las tecnologías, por ejemplo, a las personas que están cometiendo este tipo de agresiones les facilita el tema del anonimato, y el tema de la gran difusión que pueden tener los contenidos” lo que a su vez se expresa en el tipo de afectaciones que tienen estas violencias. 

La defensora de derechos humanos hondureña Hedme Sierra-Castro, investigadora de ACI-Participa, sugiere que las violencias digitales por razones de género se analicen de acuerdo a sus particularidades. “No son lo mismo ataques para todas, todes; hay una diferenciación marcada por los motivos del agresor… La mayoría que yo he visto en mi experiencia y por la naturaleza del trabajo que hago, responde a una relación de poder:  una relación de poder vertical, ya sea la pareja, ya sea el vecino o ya sea una institución de gobierno” explica.  

Por su parte, Silvia Juárez, de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz “ORMUSA”, nos invita a reflexionar sobre la supuesta neutralidad de la tecnología y al rol de las plataformas tecnológicas, que se establecen con intereses económicos, en “la promoción de esos pensamientos supremacistas que en el mundo han existido, entre esos el sistema patriarcal como práctica sexista”. 

En este sentido, resulta importante recordar que las violencias de género no son un problema aislado; que están interrelacionadas con múltiples sistemas de opresión y discriminación, que requieren de un análisis interseccional. Linda explica que la misma falta de acceso o acceso limitado a Internet son expresiones de violencia estructural. “Hay personas que ya sea por haber tenido el privilegio de estudiar o de conocer otras cosas, tienen un acceso al internet más amplio y hay otras que solo tienen un acceso limitado a las apps que te permite un paquete de internet; y desde luego hay otras que ni siquiera tienen acceso a internet… Luego también viene el uso, porque una cosa es acceder y otra es saber usar y buscar información” continúa Linda.

Las redes sociales operan no de manera neutral, sino que están determinadas por un algoritmo discriminatorio que te dice, ya en redes sociales, qué es ser mujer; y se comporta exactamente bajo los mismos cánones en los que tradicionalmente el patriarcado se ha comportado… Entonces, entramos a ese escenario, pero entramos con las mismas desventajas históricas que hemos entrado siempre, dosificadas, bajo estereotipos, roles y bajo unas prácticas de violencia que presuponen, digamos una desventaja para las mujeres” reflexiona Silvia sobre las brechas de acceso y limitaciones de uso de la tecnología y la Internet.   

Volviendo a la necesidad planteada por Hedme, de complejizar y evidenciar las intencionalidades y afectaciones de esta violencia; Marión explica que “un proceso de violencia, primero, no es estático; puede darse en el tiempo, puede manifestarse de diferentes formas y en ese mismo proceso, construir varios tipos de violencia. Por ponerte un ejemplo, si a una persona le hackean su cuenta y le roban sus fotografías… tal vez son fotografías íntimas que dan paso que a esta persona la extorsionen y después estas fotografías se empiezan a divulgar en canales públicos sin el consentimiento de la persona, ya estamos hablando de un proceso de violencia complejo, pero en el que entran ya una serie de diferentes violencias”. 

En 2018, las organizaciones Luchadoras, Social TIC y APC, identificaron y conceptualizaron 13 formas distintas de agresión contra las mujeres a través de las tecnologías; a partir de la sistematización de denuncias recibidas en la región: acceso no autorizado a nuestros dispositivos o cuentas, suplantación de identidad, robo de información, acecho, acoso, amenazas, desprestigio, extorsión, difusión de información personal, abuso sexual relacionado con la tecnología, cierre de canales de expresión y expresiones discriminatorias, entendidas como aquellas que buscan reforzar los roles de género y la subordinación de lo femenino. 

Entre marzo de 2020 y junio de 2021, IPANDETEC Centroamerica y el Centro Latam Digital, realizaron un estudio sobre la violencia de género en línea durante la pandemia del COVID-19. El estudio, pionero en la región, encuestó a mujeres, hombres y personas no binarias de El Salvador, Panamá, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana; representando las mujeres un 84.2% de las encuestas.

Con excepción de Costa Rica, donde el odio u hostigamiento por orientación sexual y/o identidad de género tuvo mayor incidencia (41.4%); el tipo de agresión predominante en los otros países fue el acoso en línea. Se explica la excepción dado que en este período, en Costa Rica se legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo. El estudio llama la atención también sobre el rango etario, ya que “el acoso sexual en línea también fue el más usual entre personas entre los 14-18 años (53.33% del total de personas de ese rango), en su mayoría menores de edad”; evidenciando las vulnerabilidades de la niñez y adolescencia. 

“Las niñas también pueden ser víctimas desde muy temprana edad, es doloroso ver como niñas de diez años, incluso de nueve, están siendo víctimas de este tipo de situaciones: primero el grooming y luego alguna fotografía  que pueda circular sobre ella en grupos de WhatsApp” agrega Hedme, reflexionando además de como las plataformas sociales se constituyen el primer medio de contacto de los agresores para concretar la violencia física y sexual. 

La masividad de las redes sociales y otras plataformas digitales, como los grupos o canales de mensajería o foros web; añaden otro nivel de complejidad. “Ya no es un agresor, sino que son cien, son miles los que me atacan en redes, atacan mi imagen, mis palabras, mis pensamientos, mi vida… Y ante esto, lo que hacen (las víctimas) es precisamente salir del espacio, es el mejor consejo que les dan: bueno, apague su teléfono, cambie de móvil, cierre sus cuentas de redes sociales. Entonces, esa supuesta idea de la democratización de la participación de las mujeres a partir de nuevas tecnologías, resulta siendo un espacio de victimización, de sometimiento y en el cual siempre acabamos expulsadas” reflexiona Silvia.

Somos una integralidad en nuestro ser: recibir violencia psicológica en línea o violencia estética o violencia simbólica, es algo que traspasa nuestros cuerpos, también” aclara Linda al ser consultada sobre las afectaciones directas a las vidas de quienes experimentan estas violencias. “La violencia digital también es física: aunque no haya golpes, aunque no haya ni cortes o lo que sea, pero también habita en nuestro cuerpo” concluye.

Para Silvia, uno de los grandes mitos que existe sobre las violencias digitales es “creer que es una violencia inofensiva porque es incorpórea, es decir, enseñar a las mujeres que no deben temer  las tecnologías porque es algo que no va a trascenderles nunca es una de las falacias que las pone en mayores riesgos”. Por su parte, Marión agrega que “no se ha dimensionado cuál es la afectación real que puede existir en esto y como las violencias cruzan la barrera de lo físico: cuántas mujeres no se han sentido en riesgo de que esta violencia pase al plano físico, de que las empiecen a buscar, las empiecen a seguir… y las veces que esto se concreta” comenta. 

En la segunda entrega de este reportaje titulada ¿Cómo nos defendemos de la violencia digital? Estrategias de denuncia y resistencia en Centroamérica, abordaremos los recursos legales existentes en la región para denunciar estas violencias y algunas estrategias de resistencia feminista. 

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