Por: Génesis R. Cruz | Corresponsal en Costa Rica
En los últimos años, la libertad política y los derechos humanos han estado bajo cuestionamiento constante. Según el informe Freedom in the World 2025, por 19.º año consecutivo, la libertad global ha disminuido, con un total de 60 países experimentando un deterioro en sus derechos políticos y civiles, mientras que sólo 34 han mejorado. De todas las libertades civiles rastreadas, “la libertad de expresión es la que más ha decaído durante los últimos diecinueve años” (Freedom in the World, 2025).
Este panorama de regresión democrática es particularmente evidente en Centroamérica, donde los regímenes autoritarios han encontrado muchas formas de consolidarse en contextos de democracias debilitadas, usando estrategias de control que afectan la vida política, social, personal y cultural.
En este artículo vamos a descifrar cómo estas estrategias se manifiestan en nuestra región, para tener herramientas para identificar señales de alerta que indican que estamos bajo un gobierno autoritario. Criminalización de toda oposición, fortalecimiento de un orden moral, concentración del poder y la creación de un clima de miedo: a continuación te dejamos cinco síntomas que consideramos banderas rojas de autoritarismo y cómo reconocerlas.
- Silenciar medios de comunicación críticos y castigar a periodistas
Uno de los métodos más directos de control utilizado por los regímenes autoritarios es la represión de los medios de comunicación y el periodismo independiente. En Centroamérica, las y los periodistas y medios críticos enfrentan espacios cada vez más reducidos y ataques violentos, simplemente por cumplir con su labor de informar.
El informe Libertad de expresión y periodismo en Centroamérica 2024 del Programa de Libertad de Expresión y Derecho a la Información de la Universidad de Costa Rica, sostiene que, en contextos autoritarios “las instituciones públicas desempeñan un papel clave en la persecución, el acoso y la criminalización del ejercicio periodístico” (UCR, 2024, p. 11). En consecuencia, ejercer la libertad de expresión se vuelve cada vez más arriesgado, y la información se convierte en una herramienta controlada por los poderes autoritarios para cimentar su narrativa.
Valeria Aguilar, socióloga y politóloga exiliada nicaragüense, vivió la persecución desde que empezó a participar en actividades de la sociedad civil en 2013. Ella nos comentó que “La transición hacia lo que hoy se reconoce internacionalmente como una dictadura fue gradual, pero para quienes seguíamos de cerca la situación, resultaba evidente a través de una serie de acciones alarmantes. (…) la censura y el control de los medios de comunicación se consolidó mediante la inclusión del círculo familiar más cercano de Ortega en posiciones estratégicas, nombrando a hijos y allegados como directores de instituciones públicas y medios de comunicación, lo que les permitió manejar el discurso oficial y silenciar voces críticas.”
Como se explica en el Informe Libertad de expresión y periodismo en Centroamérica del 2024, “el periodismo centroamericano está enfrentando espacios cada vez más reducidos y ataques crecientemente violentos por ejercer sus funciones de información”. Por eso la trágica desaparición y persecución de los medios críticos al gobierno es una de las características de los regímenes autoritarios.
2. Criminalizar la protesta social y la desobediencia civil
Cuándo el autoritarismo gobierna, la protesta social se convierte en una amenaza para la estabilidad del poder. En El Salvador, por ejemplo, el gobierno de Nayib Bukele ha recurrido al régimen de excepción como una política pública de “seguridad ciudadana permanente”, criminalizando toda forma de desobediencia civil.
En su informe Estado de excepción y derechos humanos en El Salvador (2024), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), alertó sobre las detenciones arbitrarias y las violaciones a los derechos humanos que han ocurrido bajo este régimen, con un alarmante aumento en las muertes y el hacinamiento en cárceles, así como la restricción de derechos básicos.
De igual manera, la protesta y la resistencia en Nicaragua se han convertido en delitos, con un control estricto sobre las expresiones públicas de descontento. Valeria Aguilar vió de cerca como el aparato estatal se transformó gradualmente en herramienta de persecución.
“La Policía Nacional, fuertemente subordinada al Ejecutivo, desempeñó un rol central en el hostigamiento de activistas, especialmente mujeres defensoras, mediante vigilancia constante, allanamientos arbitrarios, detenciones ilegales, amenazas y campañas de difamación(…) El régimen canceló la personería jurídica de cientos de organizaciones de la sociedad civil, especialmente feministas, defensoras de derechos humanos, colectivos juveniles y campesinos, clausurando sus oficinas y congelando sus cuentas bancarias.” – afirmó Valeria.
La criminalización de la protesta y de las personas defensoras es usada por los regímenes autoritarios para perpetuarse a través del miedo y la represión, cerrando cualquier espacio de resistencia, protesta y organización colectiva. En 2018, Valeria asumió un rol de liderazgo en las protestas de su comunidad, lo que derivó en que la represión se tornara más personal y directa. “La policía me buscaba, me vigilaba y me amenazaba constantemente(…) Intenté mantener un perfil bajo, pero la policía, a través de sus mecanismos de inteligencia, me hizo llegar amenazas directas.”
3. Exaltar un “orden moral” y restringir derechos en nombre de la familia, la patria o Dios
El uso del discurso moralista es otra estrategia fundamental de los regímenes autoritarios. En la región, el orden moral se construye bajo la premisa de la defensa de ciertos valores “tradicionales”, que son presentados como los pilares que sostienen las naciones. Ese discurso, respaldado por sectores conservadores, justifica la restricción de derechos humanos, especialmente de las infancias, mujeres y las disidencias sexuales.
Un claro ejemplo de ello, según Chaverri Morales (2022), se da actualmente en Costa Rica, donde “el discurso político conservador ha logrado articular una narrativa poderosa en defensa de un supuesto orden natural y moral basado en la familia, Dios y la patria, que se presenta como amenazado por agendas internacionales o minorías internas” (p. 70).
Esta narrativa no solo limita el reconocimiento de derechos sexuales y reproductivos, sino que también promueve leyes que favorecen la censura y persecución de quienes luchan contra la violencia hacia las mujeres, niñas, adolescentes y personas de la comunidad LGTBIQA+.
Durante el evento de lanzamiento de la investigación Conservadurismos de derecha y derechos sexuales y reproductivos (2024), de la colectiva por el derecho a decidir de Costa Rica, Peggy Chamorro, una de las investigadoras, planteó cómo los autoritarismos reproducen un relato de defensa de “la familia como baluarte ante todo, y para defender esa familia se vale hacer de todo y ahí la doble moral entra a jugar un papel muy importante.”- explicó.
La investigación de “La Cole” es un insumo muy valioso para entender cómo la exaltación de un único orden moral, es un síntoma de líderes autoritarios, como Rodrigo Cháves en Costa Rica. El mandatario ha sido duramente criticado por sus políticas regresivas y conservadoras en materia de derechos humanos, que incluyen el desmantelamiento de programas de protección, como la eliminación del protocolo antibullying y los programas de educación para la sexualidad integral en los centros educativos. Además Rodrigo Cháves eliminó figuras clave de participación política, como el comisionado de Casa Presidencial para la población sexualmente diversa. Más recientemente el mandatario también hizo público su interés en impulsar un proyecto de ley para aumentar las penas por aborto en cualquier causal.
Como lo plantea Peggy Chamorro: “Aquí estamos hablando de guardar silencios, no hacer denuncias, proteger a los agresores y las agresoras. Hay un fuerte mandato sobre eso, es un modelo que nos va estructurando heteronormativamente, donde se coloca a la familia y a lo binario cómo lo único que existe, basado en la desigualdad de género.”– concluyó.
4. Concentrar el poder y eliminar los contrapesos
En países como Nicaragua y El Salvador, la concentración del poder en manos de los líderes autoritarios ha desmantelado los sistemas democráticos, eliminando contrapesos fundamentales como el poder judicial independiente o los mecanismos de control legislativo.
En Nicaragua, el gobierno de Ortega y Murillo ha reformado la Constitución para garantizar su control total del Estado, anulando la autonomía municipal y regional y asegurando el dominio del Ejército y la Policía (Miranda, 2024; Janetsky, 2024).
Un escenario similar ocurre en El Salvador, donde el presidente Bukele disfruta de una supermayoría legislativa, control sobre jueces y la ausencia de una oposición política real, lo que le otorga un poder absoluto que no se había visto en ese país desde los Acuerdos de Paz del 92.
Alfredo Carías, es periodista ambiental salvadoreño y ha trabajado muy de cerca con la ciudadanía organizada en defensa de los derechos humanos y el medio ambiente. Según Alfredo uno de los golpes más duros a la democracia en su país ocurrió el 9 de febrero de 2020 —un hecho que hoy se recuerda como el “9F”— cuando el presidente Nayib Bukele irrumpió en la Asamblea Legislativa escoltado por miembros de la Fuerza Armada y la Policía Nacional. Lo hizo en un intento de presionar a las y los diputados para que aprobaran un préstamo millonario destinado a financiar la fase III del Plan Control Territorial. Ese episodio marcó un antes y un después en la intensificación del autoritarismo del régimen.
“En ese momento, la Asamblea Legislativa tenía una correlación de fuerzas entre los partidos de oposición y el partido oficialista Nuevas Ideas. Pero el triunfo de 2021 del partido Nuevas Ideas de Bukele, le dio 54 diputaciones de las 84 en el Congreso, con lo cual pudieron desmantelar toda la institucionalidad del Estado, al destituir a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y al fiscal general de la República. Nuevas Ideas y el presidente nombraron a nuevos magistrados y magistradas, y a un fiscal alineados al oficialismo, quienes han impulsado el régimen de excepción que lleva tres años.”– nos comentó Alfredo.
La eliminación de los contrapesos y la centralización del poder, son el entorno perfecto para que el autoritarismo crezca y se consolide en países donde las instituciones democráticas han sido debilitadas.
5.Transformar el miedo en herramienta de control
Si sentís miedo de expresar libremente tu identidad o tus creencias, de hablar, denunciar o compartir tus ideas, es probable que el autoritarismo ya esté operando. El miedo es una de las herramientas más eficaces de los regímenes autoritarios para mantener el control.
En contextos donde las libertades se ven amenazadas, las personas empiezan a experimentar una sensación de constante peligro al expresarse o desafiar el poder. El editorial titulado “El miedo como política de Estado” (2023), publicado en la revista Estudios Centroamericanos (ECA) por Omar Serrano, de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, da cuenta de cómo el miedo se ha convertido en una herramienta de control político, utilizada por los gobiernos autoritarios para silenciar a la oposición y mantener el poder.
En los regímenes autoritarios expresar tus ideas implica estigmatización pública, posible persecución penal, hostigamiento, violencia digital y, en los casos más graves, persecución, encarcelamiento, exilio o hasta la muerte.
Alfredo Carías nos explicó que el gobierno de Nayib Bukele ha utilizado diversas herramientas para infundir miedo, coaccionar, intimidar, difamar y calumniar a las voces disidentes. Como ejemplos de esta persecución, mencionó el caso de Berta de León, actualmente exiliada en México; Alejandro Muyshondt, exasesor de seguridad de Bukele, quien fue encontrado muerto en prisión en circunstancias sospechosas; Ernesto Muyshondt, exalcalde del partido ARENA, que continúa encarcelado en grave estado de salud; Atilio Montalvo, exdirigente del partido opositor FMLN; y el caso más emblemático: el de los cinco defensores ambientales de la comunidad de Santa Marta, en Cabañas -Miguel Ángel Gámez, Alejandro Laínez García, Pedro Antonio Rivas Laínez, Antonio Pacheco y Saúl Agustín Rivas Ortega- quienes fueron detenidos en enero de 2023 y actualmente enfrentan un proceso judicial por un supuesto homicidio ocurrido hace más de 30 años, en lo que organizaciones internacionales consideran persecución política por su participación en la lucha contra la minería metálica.
“Cualquier persona que se manifieste públicamente contra el gobierno, es objeto de persecución política, puede ser encarcelado, calificado como terrorista o asociado a las pandillas(…) Muchos liderazgos han tenido que bajar su perfil y ya no se manifiestan tanto como antes para denunciar las arbitrariedades del gobierno. Algunos periodistas han tenido que dejar el país, huyendo de la persecución política(…) También han habido miles de despidos de empleados públicos.” – concluye Carías.
Los regímenes autoritarios siembran el miedo, lo transforman en una herramienta para callar a la oposición, mientras se consolidan como los únicos actores capaces de garantizar “el orden”. El miedo se convierte en una especie de condena invisible que limita las posibilidades de acción política y social, y que se refuerza con la represión y el uso injustificado de violencia.
Y entonces… ¿Qué podemos hacer?
En los contextos autoritarios que se cimentan sobre miedo, tristeza, represión, persecución, violencia y muerte, se vuelve urgente cuidarnos entre nosotras/os/es, física, emocional y mentalmente. No es una banalidad, es un acto de ternura y resistencia.
Los autoritarismos intentan dividirnos y aislarnos, para que perdamos la capacidad de accionar en colectivo. Por eso encontrar redes de cuidado y afecto, que nos permitan ser y pensar con libertad crítica, es fundamental. Conversar, generar espacios seguros, e intercambiar saberes y conocimientos, son formas de resistir desde la esperanza. También aprender sobre derechos digitales, autocuidado y gestión emocional en contextos represivos, puede darnos mayor seguridad.
La memoria histórica también es una herramienta muy poderosa para combatir el olvido y la impunidad. Podemos intentar llevar un registro o documentar las situaciones que vulneran los derechos humanos o ambientales en nuestro barrio o comunidad y participar de organizaciones o grupos que compartan nuestro deseo de construir un mundo mejor, uno donde quepan otros mundos.
Valeria Aguilar, desde el exilio, nos llama a no abandonar la esperanza: “Es imprescindible activar y reapropiarse de los espacios públicos disponibles para ejercer la denuncia y la visibilización, ya sea a través de medios de comunicación tradicionales, plataformas digitales o campañas de concientización (…) promoviendo narrativas con verdad y justicia social.” – afirma.
Recordemos que hay alegría en resistir y a veces, bailar, reir, pintar o escribir un poema, también es parte importante de la estrategia.