Quienes escribimos este artículo nos reconocemos como feministas y disidentes sexuales. Nos hemos encontrado en el caminar por construir una propuesta desde nuestros activismos y, sobre todo, desde nuestras identidades, prácticas y cuerpos, pretendemos dialogar sobre los retos que tiene asumirnos feministas y ser trans. Reivindicamos nuestras luchas y existencias contra un sistema heterosexista, clasista y patriarcal que nos niega e invisibiliza. En este texto queremos rescatar la experiencia incipiente en El Salvador en torno a la construcción de puentes entre el activismo feminista y el activismo trans feminista.
Desde hace unos años nos hemos venido encontrando en la calle, en espacios seguros, en encuentros donde nos vamos reconociendo, planteando intereses comunes y diferentes. Hoy, creemos en la potencia de acuerpar nuestras luchas y energías para hacer frente a un contexto cada vez más peligroso para las defensoras que promueven la agenda por la autodeterminación sexual.
Para este escrito, entrevistamos a mujeres trans activistas, que han participado impulsando la construcción del trans feminismo en El Salvador y que han sido parte de los espacios que se articulan para construir puentes entre nuestros movimientos. Conoceremos el esfuerzo de la articulación de un espacio seguro y abierto a las disidencias sexuales, donde personas trans, cuir y no binarias han encontrado un lugar para encontrarse, crear y participar.
El feminismo nunca ha sido un movimiento monolítico; el carácter plural de los movimientos feministas es reconocido. Las agendas se transforman y a menudo exponen tendencias diversas y en conflicto. En este escrito, abordaremos el lugar del sujeto trans en el movimiento feminista, la importancia de incluirlo y los retos que enfrentamos las activistas en el contexto de El Salvador.
Partimos de que el concepto “mujeres” se ha construido como una representación ajustada a un molde, buscando funcionalmente fortalecer la idea de que el sujeto “mujer” conglomera un colectivo oprimido y activo políticamente. Es aquel que comparte características físicas, sociales y culturales iguales, que se ajusta al molde de ese sujeto, siempre representado por otros. Para los movimientos feministas, incluir a las mujeres diversas, con características físicas, sociales y culturales diferentes, siempre ha sido un desafío; particularmente porque las relaciones de las mujeres están marcadas por los poderes patriarcales que son dominantes en nuestras sociedades. A lo largo de la construcción epistémica feminista, el sujeto se ha venido diversificando.
Karla Guevara, se convirtió en la primera mujer trans salvadoreña en poder acceder a un cambio de nombre por identidad de género y sexo en El Salvador. Actualmente lleva más de doce años siendo una activista por el reconocimiento, garantía y defensa de los derechos de las mujeres trans y personas LGBTQI+ en el país. Se reconoce a sí misma como feminista y mujer trans. Esto a partir de haber participado en espacios de intercambio, encuentro y formación política donde se hizo visible como feminista e increpó al movimiento para permitirles estar.
Hoy en día, La Colectiva Alejandría, organización a la cual pertenece y lidera Karla, es parte de un espacio conjunto de colectivos y organizaciones llamado Asamblea Feminista. Este espacio se articuló hace tres años y ha permitido garantizar a las organizaciones de mujeres trans participar de la planificación de las marchas y socializar sus propias demandas dentro del movimiento feminista en el país, reconociendo que cada vez el retroceso del estado de derecho se agudiza. La participación en este espacio es reconocida como un logro importante para la construcción de un activismo trans feminista.
“Las mujeres trans renunciamos a los privilegios (de asumirse como hombres) y vivimos discriminación por ello, y enfrentamos el heteropatriarcado por querer ser aceptadas en nuestra condición de mujeres trans, (…) Creo que muchas mujeres trans enfrentamos esto de representar valores de lo femenino muy tradicionales con el ánimo de ser aceptadas, pero todo eso, el feminismo te lo cambia”. (Entrevista: informante Karla Guevara)
En El Salvador el movimiento social impulsado por mujeres trans, comenzó a tener visibilidad política en la posguerra. La historia del movimiento todavía está vedada y requiere aún de recursos para recuperarla. A pesar de esto, se reconocen personas transitando por sus identidades y orientaciones sexuales en la vivencia cotidiana desde hace décadas. Las primeras organizaciones nacen, entre otras razones, para enfrentar una pandemia que afectaba de forma significativa a la población: el VIH. Comienzan a acceder a recursos para operativizar su trabajo organizacional del Fondo Mundial para la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria. Estos programas, si bien permiten que las organizaciones trans accedan a recursos para trabajar con su población desde una estrategia entre pares, se enmarcan en el objetivo de prevenir la transmisión del VIH. Identifican a las poblaciones trans como vectores de infección, utilizan un lenguaje patologizante y no se enfocan en trabajar sobre otros servicios de salud necesarios para la población. La oportunidad de abordar estos temas integrales surge a partir del contacto y trabajo con otras organizaciones de sociedad civil y su acercamiento con el movimiento feminista, les ha permitido diversificar las fuentes de apoyo para impulsar sus propias agendas entonadas a cumplir sus intereses.
Actualmente las agendas que plantean las organizaciones de personas trans están orientadas a construir marcos políticos que les brinden garantías y derechos para ser reconocidas como personas, participar de la vida política como ciudadanas, ser atendides en el sistema público de salud, acceder a educación, trabajo y justicia social. Dentro de la actividad política los movimientos trans buscan interpelar y respaldar a otros sectores del movimiento social salvadoreño, particularmente el movimiento feminista.
A principios del 2022 y a mediados del 2021 se comenzó a trabajar, en conjunto con la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local y la organización ASPIDH ARCOIRIS TRANS, una iniciativa que busca acercar al movimiento de mujeres con el movimiento de mujeres trans, con el objetivo de tejer puentes y poder unir esfuerzos en torno a la articulación de propuestas activas en la demanda y vindicación de los derechos sexuales y reproductivos, desde la disidencia sexo genérica. Es así como desde esta iniciativa se enmarca un intercambio que busca nombrar la lucha trans feminista en El Salvador, desde una mirada latinoamericana. Las mujeres trans estamos entrando dentro de la agenda de mujeres y movimiento feminista, cambiando un paradigma biologicista desde el reconocimiento de ser mujer y todas las violencias que enfrentan nuestros cuerpos feminizados. Nos unimos a la agenda por la reapropiación del cuerpo de las mujeres, históricamente expropiado por el sistema cis heteropatriarcal, respaldando la agenda feminista por la despenalización del aborto y el respeto por la tierra, territorio donde habitamos y existimos.
La semana trans feminista constituyó para el movimiento trans, un espacio de visibilidad política frente a otras compañeras activistas feministas. Desde ahí comenzamos a construir desde el amor, la sororidad y las luchas intersexionales que se acoplan y juntan esfuerzos para luchar contra un sistema binario, machista y patriarcal que busca silenciar nuestras voces y existencia desde su doble moral.
Las personas LGBTI, o aquellas que son percibidas como tales, son vulnerables a enfrentar diversas formas de violencia y discriminación basadas en la percepción de su orientación sexual, su identidad o expresión de género, o porque sus cuerpos difieren de las presentaciones corporales femeninas o masculinas socialmente aceptadas como ocurre con la población intersexual. En el caso de El Salvador, esta discriminación y estigma se expresa en crímenes, asesinatos, expulsión de las personas de sus territorios. Dentro de las afectaciones que enfrenta la población sexualmente disidente, las mujeres trans se identifican como la población más vulnerabilizada por la discriminación, la violencia, el estigma y la falta de atención por parte del estado.
Según la Red Latinoamericana y del Caribe de personas trans “Los promedios de esperanza de vida según los datos que poseen algunos referentes arrojan un mínimo de 35,5 y un máximo de 41,25 años. Mientras tanto la esperanza de vida en Latinoamérica en términos generales ronda los 75 años”. (REDLACTRANS)
A través de su trabajo organizado han logrado que el sistema de justicia reconozca los crímenes de odio por orientación sexual e identidad de género. Ello ha permitido a personas trans o de género disidentes buscar asilo y refugio fuera de las fronteras de El Salvador.
También han pujado para que se construyan políticas públicas que permitan una atención con calidad y calidez desde las instituciones gubernamentales, sobre todo dentro del sistema de salud. Otro logro es el reconocimiento dentro de los mismos movimientos sociales como actores políticos.
Apuestas y aportes del trans feminismo en El Salvador
El trans feminismo en El Salvador se ha conformado como un espacio de lucha colectiva entre personas trans, cuir y no binarias que nace de la constante práctica de construir espacios de participación política que les representen y tomen agencia en sus luchas frente a su cistema heteropatriarcal, racista y clasista.
Es por esta razón que se invita a Marcela Romero de la REDLACTRANS para que nos cuente y exponga el trabajo en toda la región y compañeras salvadoreñas transfeministas.
Hay una apuesta de reconocimiento por parte de las activistas en que el trans feminismo como corriente política activa en El Salvador, nace de la necesidad de ampliar las luchas dentro del movimiento LGBT y dentro del movimiento feminista, donde se interpela la construcción esencialista binaria del género, colocando en el centro del debate el reconocimiento de este sujeto político trans que, desde los márgenes, reclama espacio para su activismo, reconocimiento y visibilidad política.
El movimiento y activismo trans han señalado la concepción esencial de ciertos sectores del feminismo que reconocen la construcción del género desde esquemas binarios, heterosexistas coloniales, ya que la tradicional asignación de la identidad de género apela a interpretaciones biológicas sobre los cuerpos, que no son ni inmutables ni binarios. La misma existencia intersex interpela desde ahí, abogando por el reconocimiento de lo diverso de la corporalidad humana y por la despatologización de los cuerpos no binarios. Los transfeminismos irrumpen con las limitaciones de definir los sujetos políticos a partir de interpretar cuerpos sexuados como rígidos e inmutables. Es decir, cómo habitamos un cuerpo sexuado-generizado es algo que no está sujeto a la anatomía. También invitan a visibilizar que históricamente en diversas culturas los cuerpos y las identidades sexuales y genéricas son plurales y diversas y que la construcción del género femenino-masculino responde más bien, a imposiciones culturales coloniales que interpretan esto desde los binarismos antagónicos.
Retos del encuentro entre las mujeres trans y el movimiento feminista
Colectiva Alejandría participó en el 2014 en la Red de Defensoras. Este espacio estaba conformado por activistas individuales que eran integrantes de diversas organizaciones sociales, incluyendo a las organizaciones LGBT. Karla comenta sobre las articulaciones y sinergias que surgieron de este espacio:
“Ya se puede ver el feminismo (en El Salvador) como un feminismo interseccional, en este contexto surge el feminismo. (…) los últimos tres años hay mayor participación del movimiento feminista. Después de la pandemia ya nos incluyen, nos invitan a ser parte de la organización. (…) Para mí un lugar y un espacio seguro es el movimiento feminista para acuerparnos, creo que no hemos llegado todavía a poder explotar como tal para apoyar a las luchas transfeministas, creo que todavía nos falta aportar a eso. Yo siento que en estos últimos dos años el diálogo se ha venido trabajando y reforzando mucho”. (Entrevista: informante Karla Guevara)
Un espacio al que queremos reconocer es el espacio Cultural Casa Bruja. Éste es un espacio creado por mujeres feministas disidentes sexuales, amorales y anti patriarcales que buscan articular un lugar seguro para la creación artística feminista. Andrea Duke, integrante y cohabitante del lugar, expresa: “Desde el principio, nos planteamos como un espacio abierto y seguro para la disidencia sexual. Un lugar donde habitáramos cuerpos, sentires plurales, con el ánimo de generar espacios para el debate político, pero también para reconocer el placer de la disidencia (…) Hay momentos en que compañeres nos han cuestionado porque este es un espacio abierto para las personas trans, pero tenemos claro que queremos construir estos espacios seguros”. (Entrevista: informante Andrea Duke)
Sin embargo, frente al activismo trans feminista han surgido algunos sectores que erigen narrativas a lo interno del movimiento, que les excluyen de los espacios de trabajo colectivo; inclusive, se les ha invisibilizado dentro de los espacios de construcción del movimiento social, lo cual dificulta su capacidad colectiva para interpelar al Estado como violentador y reconocer sus apuestas. Mientras seguimos discutiendo la validez de su participación, a las personas trans se les sigue asesinando, expulsando de sus comunidades, discriminando de las escuelas y trabajos.
A manera de reflexión
Dentro del feminismo existen planteamientos epistemológicos que no sólo incluyen a las “mujeres” cisgénero como sujetos políticos, sino que abren un lugar para los hombres y para la comunidad e inclusive abrazan a otros seres no humanos, como la naturaleza. Así mismo, existen feminismos mucho más restrictivos o esencialistas para los cuales, los sujetos políticos son exclusivamente las mujeres cis. Hay feminismos que acotan aún más este concepto y lo circunscriben a las mujeres que han vivido todas sus vidas y experiencias vítales como tales.
Invitamos a las activistas a reflexionar sobre los ejercicios interiorizados de violencia y discriminación en los cuales se nos ha socializado. Preocupa continuar erigiendo una narrativa trans excluyente, que tiene impacto negativo directo en el reconocimiento de los derechos de las personas trans, intersex y no binarias y refuerza los prejuicios y discursos de odio contra las personas que se perciben, desde ahí, en un país terriblemente violento y discriminador contra ellas. Reconocemos que estas prácticas apoyan la continuidad de un sistema heteropatriarcal y que sirve a sectores fundamentalistas que buscan socavar nuestras luchas.
Finalmente, promover la justicia y dignidad de las mujeres y personas sexo-genéricas disidentes requiere reconocer y validar cómo se comprenden a sí mismas, reconociendo al sujeto trans como disruptivo frente al poder formal de la estructura política actual que cumple con ser heteropatriarcal, clasista, racista y colonial. Si no abrazamos aquello que reconocemos como diferente, o “lo otro”, negamos el reconocimiento de la posibilidad de la integración social en armonía, lo que socaba la convivencia social en el respeto mutuo de los derechos humanos.
Fuentes consultadas
- Entrevista a Karla Guevara; activista trans feminista salvadoreña realizada por Gabriela Paz López en octubre 2022
- Entrevista a Andrea Duke; arti activista feminista salvadoreña, realizado por Gabriela Paz López en noviembre 2022
- Entrevista a Mónica Linares; defensora trans salvadoreña realizada por Britany Castillo en octubre 2022
No muero, me matan. Informe sobre vulneraciones los derechos humanos de personas trans en América Latina. https://issuu.com/redlactrans/docs/nicaragua_2021_-_informe_cedostalc_-_no_muero_me_