Katy y Graciela son dos jóvenes de 26 y 24 años respectivamente, que desde su adolescencia se han visto afectadas en su salud mental. Durante la pandemia por Covid-19, la lejanía con sus familias, el temor infundido por el virus y las medidas de confinamiento agravaron su estado.
Organizaciones manifiestan que el Estado salvadoreño debe implementar una perspectiva de salud con enfoque de género, promover los servicios y establecer presupuesto.
Este reportaje expone cómo las mujeres fueron de los grupos mayormente afectados con problemas de salud mental durante la pandemia por Covid-19 y los retos que tiene el Estado en atención a la problemática.
Por Reiny Ponce
Katy y Graciela tienen historias que las conectan por un deseo de querer estar bien y de poder disfrutar el tiempo con sus familias.
Katy García es estudiante de trabajo social y activista feminista. Graciela Barrera es periodista. En 2021 comenzaron procesos terapéuticos y las diagnosticaron con depresión y ansiedad. Desde muy jóvenes han estudiado y trabajado en San Salvador, lo que las mantiene lejos de sus familias, pero teniendo su amor y apoyo.
La salud mental es “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida”. Sin embargo, Katy y Graciela no gozan plenamente de este estado, lo que las ha llevado a experimentar cambios en su vida, mente y cuerpo.
De acuerdo al informe de Plan Internacional “Voces de adolescentes y mujeres jóvenes sobre los impactos del Covid-19”, un 83% de adolescentes y mujeres indicaron que las medidas gubernamentales causaron un cambio en sus vidas.
En el caso de Katy, no pudo ver a su hija y familia porque se restringió la movilización y el transporte público “los casos por Covid-19 eran un tema de paranoia. No salí en casi un año, eso me afectó”.
La pareja de Katy perdió el empleo y en septiembre de 2020, su papá sufrió un derrame cerebral. Ella era estudiante y trabajaba, pero debido a la situación por la que estaban pasando tuvo que buscar otros trabajos para solventar los gastos económicos.
Durante la cuarentena las jornadas de trabajo y cuidado aumentaron para las mujeres. Un 26% dedicaba más de 8 horas a sus estudios y trabajo. El trabajo de cuidado también aumentó, un 32.32% destinaba más de 5 horas.
“Estaba trabajando para dos familias. Fue una situación que me provocó más episodios depresivos”, comenta Katy.
En este periodo, un 20% de personas entre los 18 a 59 años presentaron ansiedad y un 22% algún grado de depresión, según la Encuesta Nacional de Salud Mental.
La salud mental sin cuarentena para las mujeres
En 2020 hubo un incremento en los problemas de salud mental de las mujeres salvadoreñas. El 80% reportó cambios negativos en el estado de ánimo debido al aislamiento, situación económica y la doble o triple jornada.
Para la psicóloga, Jacqueline Trejo, trastornos como la ansiedad y la depresión se comenzaron a evidenciar en el contexto de la pandemia porque se estaba en confinamiento
“a nivel de salud pública, los primeros por los que se están dando consultas son trastornos de ansiedad, seguidos por los de depresión. En nuestro contexto hay prejuicios y no se está dando la debida diligencia para atender la salud mental de la población”.
Una investigación de la Fundación Pro Educación de El Salvador (FUNPRES) reflejó que un 52.1% de las personas percibió un declive de su salud mental en comparación con antes de la pandemia.
Katherine Chicas, investigadora de FUNPRES, considera que es necesario realizar investigaciones sobre este tema porque contribuyen “a reducir el estigma en torno a los trastornos mentales y a aumentar la conciencia en la población, a un desarrollo de estrategias de prevención e intervención”.
Graciela describe el 2020 como un año difícil. “Estaba lejos de mi familia y la pandemia agravó mi situación. Cuando regresé al país, me involucré en muchas cosas y empecé a despertarme en la madrugada con el corazón acelerado. Me daban crisis y mi familia se preocupó, porque se notaba que me estaba sucediendo, algo que afectaba no solo mi salud física”.
Un estudio realizado por la Universidad Evangélica en un hospital nacional comprobó que las mujeres fueron las más afectadas en su salud mental.
Desde los 12 años, Katy tiene un trastorno de depresión a causa de una situación de desplazamiento forzado que vivió junto a su familia. En la pandemia, la salud de Katy también se deterioró al recordar una situación de violencia que vivió con su expareja. “En la pandemia reviví el hecho de no tener contacto con mi familia porque él me lo prohibía”.
Cecilia Pocasangre, miembra de la Asociación de Capacitación e Investigación para la Salud Mental (ACISAM), manifiesta que “la violencia de género no estuvo en cuarentena, llegando a feminicidios”. De enero a agosto se registraron 84 feminicidios.
Emelyn Martínez, psicóloga de la Organización Salvadoreñas de Mujeres por la Paz (ORMUSA), pero que durante la pandemia trabajó en un hospital público, cuenta que se evidenció un aumento en la atención de los casos de violencia, de usuarias con síntomas ansiosos, depresivos y de estrés asociados a la sobrecarga por los roles de cuidado y teletrabajo”.
El personal de salud también se vio afectado. En un hospital público, las personas entre 21 a 40 años, las mujeres y el personal de enfermería presentaron porcentajes altos de estrés y alteraciones.
Trejo relata que mujeres médicas buscaron servicios de salud mental. “No podían ir a ver a su familia porque trabajaban muchas horas. Experimentaron trastornos de ansiedad porque miraban como las personas morían. Eran el apoyo emocional de esas personas que no podían ver a sus familias, las estaban acompañando”.
Los retos del Estado salvadoreño frente a la salud mental
“Si no estuviese organizada, no tendría la capacidad de tener acceso a un servicio de salud mental”, comenta Katy. Ella recibe acompañamiento psicológico a través de una organización feminista.
Organizaciones feministas como Las Mélidas y ORMUSA han identificado el tema de la salud mental como una prioridad para las mujeres, por ello han implementado áreas de atención para mujeres que han atravesado una situación de violencia.
Durante la pandemia, un 55.7% de mujeres consideraba que necesitaba servicios de salud mental; pero un 21% de personas manifestó que el factor económico se lo impedía.
Chicas destaca la necesidad de promover políticas y estrategias con presupuestos en atención a la salud mental “el Estado está obligado a brindar y la sociedad a demandar la necesidad. Los procesos terapéuticos implican realizar acciones preventivas, un desarrollo socioemocional y prácticas de autocuidado”.
Los países de Latinoamérica destinan entre el 5.1% y el 0.5% a la atención de la salud mental, pero los países con ingresos bajos asignan menos presupuesto para la atención y tratamiento de trastornos mentales, de acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud. En El Salvador, un aproximado de 2% se dedica directamente a la atención de la salud mental.
Ante la demanda de servicios de salud mental existen organizaciones que brindan servicios gratuitos. ACISAM, desde 1993, trabaja con diversos enfoques en atención a la problemática. ACISAM considera que el Estado debe velar por el cumplimiento de los derechos de las mujeres, promocionar los servicios de salud y la detección temprana de situaciones de violencia.
La XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe llama a los Estados a transitar a un nuevo estilo que priorice la sostenibilidad de la vida, reconozca que los cuidados son derechos humanos fundamentales.
La Ley de Salud Mental, que entró en vigencia en 2017, está mandata a garantizar el derecho a la protección de la salud mental de las personas. Sin embargo, faltan avances en atención a esta problemática.
“Se debe implementar una perspectiva de género dentro de la salud pública. Se cuenta con servicios de atención específicos para mujeres, pero no son funcionales, incluso llegan a revictimizar”, comenta Martínez.
Graciela optó por un servicio privado porque considera que las personas con problemas de salud mental necesitan atención inmediata, que no se tiene en un servicio público.
“El Estado debe asumir la responsabilidad de abordar temas de educación emocional en diferentes centros de formación” dice Amaranta Portillo, psicóloga del Movimiento Mélida Anaya Montes (Las Mélidas).
Redes que salvan
“Lo que me ha salvado son las redes de apoyo. Mi mamá ha sido muy comprensiva, fue la fuerza externa que no tenía para poder seguir haciendo cosas. También otras personas me han apoyado”, expresa Graciela.
Katy cuenta que a través de su trabajo y activismo puede sobrellevar su estado, “hay personas que han estado pendientes […] eso me ha ayudado a seguir organizada y al mismo tiempo tener apoyo”.
Los procesos de salud mental de Katy y Graciela las llenan de esperanza para poder continuar con su vida, y aunque no todo es lineal, han tenido avances en su bienestar.
Existen espacios virtuales para el tratamiento de problemas de salud mental. En el sitio web desansiedad se ofrece un tratamiento online para la ansiedad.
Katy cuenta que a través de su trabajo y activismo puede sobrellevar su estado, “hay personas que han estado pendientes […] eso me ha ayudado a seguir organizada y al mismo tiempo tener apoyo”.
Los procesos de salud mental de Katy y Graciela las llenan de esperanza para poder continuar con su vida, y aunque no todo es lineal, han tenido avances en su bienestar.