La crisis del Covid ha hecho saltar al debate público el desafío pendiente de la salud mental hasta hace poco tan estigmatizada. Tod@s hemos experimentado cierta vergüenza y ese extraño sentimiento de culpabilidad cuando reconocemos cualquier desequilibrio-depresión, adicción, secuelas de violencia, entre otros, o de tener una supuesta “maldición” genética. Hoy eso está en cuestión. No sólo se ha empezado a hablar en medios de difusión y redes, desde profesionales y desde afectad@s que lo han superado, sino que además se están difundiendo importantes avances y formaciones en nuevas herramientas, desconocid@s hasta hace pocos años, incluso en círculos profesionales de la salud hegemónica, muchos servicios públicos de salud o curriculums universitarios. ¿Por qué esto es importante?
- Los servicios públicos no tienen capacidad, en ningún lugar del planeta, de responder a las necesidades existentes en salud mental, más generalizadas de lo que hasta ahora creíamos.
- Una inmensa cantidad de personas no puede financiarse atención profesional.
- Formarse y adquirir prácticas y hábitos de autocuidado en lo mental, con base científica, es posible y empodera. Además, permite cuidar u orientar a otr@s para que lo hagan, en especial a los menores. De esta manera es posible prevenir el deterioro de la salud mental como ya hemos ido haciendo con la salud física a través del descanso, alimentación o ejercicio.
- Abre una enorme puerta de esperanza inexistente hace pocos años y busca contribuir a que los aportes en diagnósticos y tratamientos de salud mental sean accesibles para personas y equipos comunitarios y que puedan asumir mayor responsabilidad con este reto de la salud mental.
En esta dirección va el presente artículo.
Una nueva visión sobre salud mental integral es posible
Se ha venido gestando una nueva visión sobre una salud más integral con nuevas prácticas y herramientas adyacentes. Para efectos didácticos podemos articularlas en torno a tres ejes:
- El reeequilibrio del cuerpo-emociones
- La restauración de la confianza relacional a través de la escucha y la comunicación segura
- El aporte posible, para algunas personas ineludible, de la espiritualidad y de la meditación, bien entendida
Ninguno de estos tres pilares está desconectado de una mejor y más estable salud mental integral, que incluye la sanación del trauma; asunto que se encuentra más generalizado de lo que suponemos; en especial el trauma infantil y el trauma colectivo.
Los avances científicos, en especial la neurociencia y la sicosomática, han demostrado que no podemos seguir separando la salud de cuerpo y mente. Además, en los casos más graves, como el trauma, la restauración de nuestra salud empieza por el cuerpo. Una imagen esclarecedora de esto sería la siguiente: “Ojo con lo que piensan, sienten, dicen o hacen porque todos tenemos unas células que lo “escuchan” todo y responden a las mismas leyes universales que todo el resto de la vida”. No es algo poético. Es un principio que también inspira un libro emblemático: “El cuerpo lleva la cuenta”.
Antes de continuar, es necesario distinguir entre el trauma personal infantil y familiar y el trauma colectivo. Este último concepto es nuevo y lleva pocos años en exploración, bajo el liderazgo honesto de Thomas Hubl y multitud de hombres y mujeres de todo el planeta. Hoy no pretendo entrar en este perfil de trauma, básicamente ligado a episodios terribles, como la crisis Covid, o a condiciones estructurales de vida que causan sufrimiento. Su abordaje está requiriendo espacios seguros para poder hablar, tomar conciencia junt@s y entrar en una sanación compartida, que ya se viene realizando desde hace 20 años. Hubl proviene de la experiencia del Holocausto. Cada nueva crisis deja aflorar todo lo pendiente a nivel personal y colectivo. Aunque ambos tienen el miedo como factor común y se retroalimentan entre sí, ahora propongo abordar el trauma personal individual y familiar porque permite actuar ya.
¿Qué es el trauma? En contra de lo más expandido, no se trata solo de algo horrible que sucedió a unos pocos. Es sobre todo la huella que quedó dentro de nosotr@s y que no sabe borrarse sola. Un trauma es una experiencia muy brutal, o muy repetitiva, que duele mucho y se vive en soledad. Un elemento esencial es que no se habla con nadie de ella. Es una experiencia que no se digiere y nos fragmenta; nos rompe por dentro sin que nadie pueda entender, hasta ahora, el impacto de lo sucedido. En el caso del trauma infantil, que se produce en los primeros años en torno a la inseguridad afectiva con mamá, papá y familia, es difícil que no le suceda en algún aspecto a la mayoría de las personas. Algunos la denominan la pandemia oculta. Es grave y limita nuestra evolución con gravedad diversa. Cuando algo nos conecta con lo sucedido, se dispara la ira, el pánico o la tristeza sin fondo; o si no, nos entumecemos y quedamos sin sentir nada.
Claves importantes a tomar en cuenta
No hay reglas ni pasos fijos, pero sí algunas pautas importantes que es necesario personalizar:
1. Trabajar con el cuerpo y cuerpo-mente. Es esencial empezar por el trabajo con el cuerpo, el sentir y la respiración, en espacios seguros. En especial en los estadios más graves del trauma, aunque también ayuda con cualquier desequilibrio mental pasajero o menor. Este es el aporte esencial de la neurociencia y la terapia psicosomática. El cuerpo es nuestro primer eslabón de ser. El trauma nos desconecta de lo mejor de él. Es importante saber qué hacer y saber que tiene respaldo científico, aunque podamos seguir validándolo.
Recursos personales y comunitarios aplicables: Crear condiciones para disponer de momentos de relajación, pasear, practicar respiración consciente y lenta (importantísima); soltar la actitud de alerta en el afuera o en la mente desde el miedo y centrarla amorosamente en el cuerpo. Diferentes estudios han probado que para esto son de gran ayuda: la danza consciente como la biodanza o danzas ancestrales; el yoga; caminar en la naturaleza, las artes marciales, entre otros.
Existen técnicas profesionales contrastadas como el tapping (pequeños golpecitos en los canales energéticos, siguiendo una guía), la terapia EMDR (movimientos oculares), la acupuntura, el masaje terapéutico, entre otros.
2. Conexión cuerpo-mente a través de unir sentir y lenguaje. El trabajo con el cuerpo es imprescindible pero no suficiente. Somos cuerpo-mente. En los pasos siguientes, cuando ya me dejo sentir y lo soporto, se pasa a conectar cuerpo/emoción con lenguaje. Cuando se ha traspasado esa fase de, gradualmente y con amoroso cuidado, permitirse sentir más y más, el sentir nos llevará a las raíces del trauma. El ritmo es en extremo cuidadoso para no empeorar. Contar con acompañamiento es un buen apoyo. Conforme se acceda a ello, es importante poder nombrar, no solo qué pasó sino expresar el dolor y el impacto en mí y mi vida. Poner palabras a ese impacto es el primer paso hacia la sanación. Hay señal de avance si entro en el dolor de forma conocida, sin perderme en él y logro otra mirada sobre lo mismo. Mis cerebros empiezan a reconectarse y el dolor se suaviza o desaparece poco a poco. Hay que repetir esto muchas veces. En esta fase inicial puede ser importante contar con acompañamiento interpersonal o profesional en espacios seguros.
Es importante:
- La autoescucha: Aprender a escuchar y comprender el vínculo cuerpo-emociones es una necesidad para siempre. El cuerpo grita lo que la mente calla y no sabe mentir. Sabes que lo has comprendido, cuando expresas la emoción y viene la calma. Sabes que no lo haces bien, cuando hilas un relato y te sientes aún peor. Respira.
- Los grupos de personas afines con reglas de escucha segura y expresión desde el sentir. Hoy proliferan grupos de ayuda mutua de personas con algún trastorno similar (GAM), como, por ejemplo, Alcohólicos Anónimos, o los Grupos de comunicación no violenta (CNV), entre otros. Son una opción interesante, dado que gente que vive lo mismo que tú, puede inspirarte con sus recursos de apoyo, además de comprender cómo te sientes. Siempre con pautas acordadas para aprender a sentir al otr@ y saberse sentid@ sin palabras.
3. Salud relacional. La escucha segura es el primer paso en la comunicación entre las personas. Hablar y escuchar en espacio seguro es la base para ir restaurando las relaciones dañadas, especialmente familiares. Tiene varias fases. Abordarlas requiere primero cierta sanación de la huella grabada en cuerpo, emociones y mente. Sin embargo, es otro paso imprescindible. Y este trabajo llega cuando es posible y tiene como propósito evitar que episodios graves se repitan en las siguientes generaciones, o en las siguientes relaciones. Aquí también podemos aprender tod@s. Aquí también cada quien decide, si necesita apoyo inicial.
Participar en proyectos de escucha y comunicación con algún pequeño grupo o red, requiere cierta sanación previa o complementaria individual de cualquier daño infantil y familiar. Sin ello, lo pendiente “saltará” en forma de malestares o reactividad, muchas veces de forma repetitiva y desproporcionada porque revives el trauma. Si es así, da un paso atrás.
Recursos interpersonales y comunitarios. Cualquier práctica de escucha activa con personas calificadas. Prácticas periódicas en grupos pequeños o en red, con acompañamiento. Formación con prácticas regulares con herramientas básicas: grupos CNV (Comunicación no violenta), círculos de compartir, de mujeres o de hombres o jóvenes, con acuerdos grupales y facilitación que cuide, o con profesionales del psicoanálisis, bioenergética, Gestalt, entre otros. Las terapias más reconocidas son la terapia familiar, las constelaciones familiares y la terapia del sistema familiar interno. Hay además de esas terapias otras más específicas para la gestión emocional: la sabiduría de las llamadas emociones negativas (ira, miedo y tristeza) o para la gestión de conflictos, Comunicación no violenta CNV, trabajo con la sombra/silla vacía, entre otras.
4. Salud integral- psicología transpersonal. Es un apoyo transversal a cualquier otro esfuerzo sanador. Además de los caminos espirituales que cada quien sienta suyos, es un gran aporte el Mindfullness, entendido como el desarrollo del testigo interior, o sea, mi capacidad de descubrir cómo funciona mi mente y abrir espacio dentro para que no me dominen los pensamientos aflictivos.
Bibliografía imprescindible: Thomas Hubl (Curso Comunicación transparente, 2011/ Sanar el trauma colectivo, 2020); Gabor Maté (Cuando el cuerpo dice no, 2020 y Documental: La sabiduría del trauma, 2021); Peter Levine (En una voz no hablada, 2022); Bessel Van der Kolk, (El cuerpo lleva la cuenta, 2021)