Por Zaid
Yo el tema de la migración lo veo como un concepto más amplio que solo la movilización afuera de un país. Es una cuestión de desintegración, desvinculación y ruptura de tejidos sociales.” Así es como define su experiencia migratoria Ka, una mujer trans nicaragüense que tras vivir la crisis política del año 2018 en Nicaragua, decide dejar su hogar junto con su hermano y su madre.
Los procesos de movilización forzada se ven atravesados también por otros ejes como la raza, clase social y género por ello es importante reconocer los testimonios y prácticas individuales de personas diversas.
“Yo siempre digo que mi primera migración fue cuando me expulsaron de mi seno familiar a los 12 años. Volver a mi casa después de unas horas, significó acabar con mi cuerpo y con mi mente para seguir un molde”
Esta fue la primera vez que Ka recuerda vivir una experiencia de desplazamiento. Tras dejar su casa por unas horas, ella regresa a su casa sabiendo que para poder vivir ahí tendría que apegarse a las posturas heteropatriarcales¹ y cis normativas de ambos padres. Además, menciona que como segunda experiencia de migración, relaciona la segregación que vivió de parte de los vecinos en su barrio, dejándola poco a poco de integrar en dinámicas con la niñez de su barrio.
“Comenzaba desde las personas mayores vecinas, que decían «no te juntes con esta persona porque esa persona es nociva», «no te juntes con esta persona porque está enferma».
Esta etapa de discriminación también se vió reflejada en su contexto académico, llegando a recibir ofensas, ataques e incluso “accidentes” provocados por sus compañeros de clase.
Al crecer, Ka decide moverse de su departamento natal a Managua, la capital de Nicaragua, y comenzar la carrera en Relaciones Internacionales. Esta decisión se vió impulsada por muchos factores como el deseo de re descubrir las habilidades sociales que la violencia le robó y movilizarse de un departamento tan conservador como lo era Granada.
En el transcurso de su carrera, Ka conoce sobre la promoción y defensa de Derechos Humanos y es en 2016 donde decide involucrarse en procesos de formación política y de derechos humanos para más adelante hacer incidencia política en defensa del medio ambiente, defensa de los derechos de las mujeres, juventudes, derechos sexuales y reproductivos y temas relacionados con la migración.
En abril de 2018, a causa de la represión estatal ejercida sobre las manifestaciones en contra de una reforma a la seguridad social bajo el gobierno de Daniel Ortega, miles de nicaragüenses se enfrentaron a experiencias de migración forzada. Estas manifestaciones fueron consecuencia de años de concentración de poder, represión de la libertad de expresión y la cooptación de instituciones públicas por parte del gobierno.
El 13 de abril de 2018 cuando Ka, acompañada de amigas y compañeras activistas, asiste a un primer plantón en Granada, que a causa de la intimidación de parte de grupos simpatizantes con el gobierno, se convierte en una pequeña movilización de aproximadamente 15 personas, desde el Convento San Fransisco hasta El Malecón.
A partir de este mes, colectivos, grupos sociales y personas se fueron uniendo a múltiples protestas en diferentes departamentos del país y para el 18 de abril de 2018 estas movilizaciones sufrieron el inicio de la mayor represión por parte del gobierno de Ortega. Para el 21 de mayo de ese mismo año se registraron 76 personas fallecidas, 868 heridas y 438 detenciones arbitrarias según datos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
“A mi mamá la pasaron rozando con un vidrio en la cara. La represión fue escalando y días después ya era como con balas de goma y luego con armas de guerra.” Un informe elaborado por el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, revela que para junio del 2023 se registraban 605,043 nicaragüenses desplazados forzadamente y 317 personas que sufrieron un despojo arbitrario de su nacionalidad. Se construyeron cuerpos armados paralelos a la policía nacional y el gobierno comenzó a implementar otro tipo de armamento como las ondas de presión para desmontar las paralizaciones que se hacían en las calles como parte de las manifestaciones.
Pese a que Ka fue movilizada a casas de seguridad destinadas a proteger a defensores de derechos humanos, pronto su familia vio que ningún lugar de Nicaragua era seguro y a sus 22 años Ka dejó su país junto con su hermano y su mamá para movilizarse a Costa Rica.
“Empecé a caer en depresión porque de alguna manera mi corazón, mi cuerpo y mi mente se quedaron en Nicaragua. Me costó reconocer que estaba en un lugar distinto a mi país. Fue como al mes que me enteré de que realmente estaba en Costa Rica, que ya no estaba con mis amigos y que ya no estaba con mi red de apoyo.”
Ka comparte que el proceso de recuperación emocional posterior a migrar fue difícil y largo, y a pesar de contar con asistencia psicológica individual y colectiva, siempre se vive con una constante preocupación e inquietud por los seres queridos y compañerxs de lucha que continúan viviendo en territorio nicaragüense.
”Son procesos tan fuertes y más cuando tenés una red tan amplia de apoyo de activistas, y que todavía no estén en Costa Rica, sino que siguen allá quizás en alguna casa de seguridad sin saber qué les va a pasar.”
En los primeros meses viviendo en Costa Rica, Ka coincidió con otras personas migrantes nicaragüenses, pasó por tres casas distintas y vivió mucha inestabilidad económica, haciéndose difícil incluso poder conseguir alimentación y alquiler. Poco a poco y con ayuda de organizaciones de derechos humanos, ella y su familia consiguen mejores condiciones de vida, pero no es hasta aproximadamente 3 años después que a Ka se le aprueba el permiso laboral para acceder a un empleo.
Tres años después de establecerse en Costa Rica, Ka decide desvincularse de su familia para poder hacer su transición de género a nivel de expresión corporal. Su transición se vio inspirada por una red de apoyo de mujeres trans jóvenes con las que pudo conectar en ese nuevo territorio
“Ahí fue como un punto de inflexión porque también el asumir completamente mi transición y llevarla a la fase física, implicaba desconectarme totalmente de ese hilo, de ese vínculo familiar, porque ya sabía lo que iba a suceder.”
Ka resalta que a pesar de haberse movilizado a un país con mayor seguridad cuidadana, continuó enfrentando desafíos en el ámbito laboral al reconocerse y presentarse como mujer trans, puesto que el modelo de seguridad de toda Centroamérica obedece el mismo patrón teórico de orden público en el que las mujeres trans nunca han sido protegidas. A pesar de estas dificultades, Ka trabaja actualmente como sustente de programas en el sector de Cultura de UNESCO.
Es importante recordar que aunque la experiencia migratoria pueda estar llena de desafíos, hay personas, comunidades y espacios que reconocen y acuerpan las identidades diversas. En ese camino, Ka reconoce el trabajo de RedLacTrans y RedTraSex, dos organizaciones de derechos humanos que hacen frente a las violencias que atraviesan los cuerpos trans y personas que ejercen el trabajo sexual.
Ka destaca que la migración es un derecho humano, tal como lo son la identidad y la expresión de género; si conquistar el territorio corporal implica la migración, entonces ahí yace la lucha de la diversidad.
“Yo hice ese proceso de reconstrucción, de reconquista de mi propio cuerpo y territorio, donde saqué todos esos ideales que construyeron sobre mi porque al final no eran mis ideales.” concluye Ka
Si estás atravesando una situación similar a la de KA o planeas migrar, te invitamos a descargar la app Migrante. Esta herramienta ofrece información clave sobre los países de acogida, ayudándote a emprender un viaje más seguro e informado. Este artículo es una producción conjunta de Miradas Moradas, DKY, y Puntos de Encuentro, desarrollado en el marco de la campaña Voces Migrantes
¹ : con el término “heteropatriarcal” se hace referencia a un sistema social, cultural y político que favorece a los hombres heterosexuales, reforzando normas de género rígidas y opresivas sobre las mujeres, identidades de género y sexualidades distintas a la heterosexualidad.