Por Sandy Giyola Flores
Para Marta Choc Calel, el cine no es entretenimiento ni espectáculo: es un lenguaje ancestral, una herramienta para curar memorias colectivas y para defender el territorio. Ser cineasta indígena K’iche’ en Guatemala significa tejer imágenes desde la raíz, narrar desde la propia voz y abrir un camino para que las comunidades vuelvan a verse a sí mismas en la pantalla.
Marta recuerda su infancia entre el río y la siembra. Aunque fue un tiempo marcado por la escasez y el abandono, el trabajo duro en el campo, aprendió que la vida se siembra con esfuerzo y se cultiva con memoria. “Siento que sí hay parte de mi niñez que está marcada en cuestión de soledad, abandono, tristezas, podría decir.” Esa sensibilidad sembró en ella las primeras raíces de una artista que años más tarde encontraría en el cine un camino de sanación y resistencia.
Sus raíces son el punto de partida de su caminar como cineasta. “Como personas descendientes de los pueblos originarios, soy maya quiché y maya k’iche’, porque soy de papá k’iche’ y mamá quiché”. Esa herencia no es para ella un simple dato de identidad, sino un compromiso profundo de mantener viva la memoria de su pueblo y contar historias desde adentro, con la voz que hereda de sus abuelos y abuelas.
Cómo nació su interés por el cine y la fotografía
Cuando Marta Choc Calel habla de comunicación, no lo hace como una técnica aprendida ella la siente como algo que nació con ella, como parte de su nagual¹ esa energía espiritual que acompaña a cada persona desde su origen. “Siento que no lo elegí, es algo que ya lo tenemos, es algo que ya lo traemos. Ahí estaba, no lo había descubierto”. Desde esa fuerza interior, la cámara se convierte en una extensión de su espíritu, una herramienta para dar voz a los silencios y devolver dignidad a las historias que han sido marginadas.
Su interés por el lenguaje audiovisual nació en espacios comunitarios, donde descubrió el potencial de contar historias desde adentro y para adentro, eligió una ruta distinta, narrar desde su propio territorio, con la memoria ancestral como brújula. En esos primeros talleres hubo una frase que la marcó profundamente: “No es lo mismo que ustedes cuenten sus historias, a que alguien venga a contar la historia de ustedes”. “Me acuerdo de que durante esa formación escuché esas palabras y, hasta el día de hoy, me resuenan con mucha fuerza”, afirma.
Retos como mujer indígena en un mundo audiovisual dominado por hombres
Caminar el cine como mujer indígena y madre no ha sido sencillo más porque es una industria dominada por hombres, aunque Marta ha encontrado en su recorrido personas y espacios que valoran su historia, sus raíces y su voz como mujer maya K’iche’, los retos han estado presentes, sobre todo dentro de su propio territorio.
Y aunque muchas veces su trabajo no ha sido valorado en los espacios urbanos y académicos donde incluso ha vivido el robo de su arte o la falta de reconocimiento a su esfuerzo, Marta reconoce que esas experiencias la han marcado “invisibilizan mis capacidades, tengo que convivir con prácticas machistas”, consciente de que su voz y su mirada siguen incomodando a muchos que han negado el aporte de las mujeres indígenas.
Para Marta, el reto no es únicamente ser mujer o indígena, sino también ser del campo. “Porque si vemos la industria cinematográfica aquí en Guatemala no hay personas que son del campo o que tienen la piel morenita, no vemos en esos espacios. Ahí también se ven reflejados esos retos”, explica. Sus palabras exponen una realidad que va más allá de su experiencia personal, porque se enfrenta no solo la falta de representación, sino también las barreras para acceder a formación y oportunidades artísticas.
Proyectos que narran desde la raíz
Uno de sus proyectos más recientes y significativos, es el cortometraje Bitz´ma que le ha permitido compartir su mirada en festivales y obtener premios internacionales, Bitz´ma, es una palabra en idioma maya mam que significa “el canto mam”. El proyecto cuenta la historia de un grupo de músicos maya hablantes que surgieron en los años 90 como una propuesta artística y política de resistencia antirracista, lo que comenzó como rap callejero se transformó en un grupo de rock maya.
Para Marta, este grupo es un ejemplo de la memoria histórica y cultural de los pueblos originarios, una muestra de la capacidad de crear arte desde las raíces, sin renunciar a la lengua ni a los saberes heredados. Sin embargo, llevar esta historia a la pantalla no ha sido fácil: “El cine es caro, es 50% audio y 50% imagen, y necesitamos herramientas adecuadas para trabajar”, señala. Y es que, al emprender este camino con las personas que la acompañan, entendió que no se trata solo de llegar, grabar y marcharse, sino de pensar cómo retribuir a la historia y a la comunidad que la sostiene.
Inspiración para quienes vienen detrás
Marta sueña con que su legado sea un cine que sirva como memoria viva y como semilla, una herramienta de defensa del territorio y de afirmación cultural, pero también con un espacio donde sus comunidades puedan tener sus propios medios de comunicación, pero sobre todo donde existan mujeres capaces y listas para escribir la historia “Que existan más mujeres en esos espacios, pero no como relleno, sino también con voz y voto, con capacidad de decidir todo, de tomar de decisión.”
Como madre y comunicadora su anhelo es que las nuevas generaciones no tengan miedo de tomar la cámara y contar sus propias historias, donde las jóvenes puedan alzar su voz sin miedo. En un mundo audiovisual donde las mujeres indígenas enfrentan discriminación y estereotipos, Marta abre camino con valentía, su mensaje para las jóvenes que desean hacer cine o arte es claro: “Que se despojen de esos conceptos que tiene la sociedad hacia nosotras como mujeres indígenas, como madres independientes, como mujeres del área rural, como mujeres en un mundo lleno de hombres, de hombres con conceptos y prácticas machistas. Despojarnos primero de esa idea y después atreverse a crear”.
¹ Nagual: En las cosmovisiones mesoamericanas, es una energía espiritual o fuerza protectora que acompaña a cada persona desde su nacimiento, a menudo relacionada con un animal guía o con su esencia vital.