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Derecho al arte: las discapacidades y diversidades existen, como existen los colores

Derecho al arte: las discapacidades y diversidades existen, como existen los colores

Derecho al arte

Texto y fotografías por: Reiny Ponce
Edición Gabriela Paz
Ilustraciones Tania Ortiz Ascencio

Las historias de Melissa y Olivia convergen a través del arte. Las dos son parte de iniciativas que proyectan un arte reivindicativo donde las y los protagonistas son personas con discapacidad intelectual que crean por medio del teatro y otras artes. En los escenarios de El Salvador y Nicaragua se cumplen sueños de quienes crean a través del arte desde sus experiencias, existiendo y nombrándose.

Entre Colores y Sombras y La colectiva son proyectos de corte profesional, donde artistas reivindican el derecho al arte, se construye conocimiento, se aprende, se sensibiliza por medio de la participación activa e integral.

Este reportaje cuenta cómo desde las artes escénicas en estas dos iniciativas se visibiliza la diversidad que existe en los escenarios a partir de las historias de sus protagonistas y desde donde se reconoce, nombra y reivindica la discapacidad e identidad.

Las personas con discapacidad intelectual están en todas partes. Son personas desplazadas, refugiadas, mujeres, hombres, niñez y comunidad LGBTIQ+. También son artistas con anhelos de crear. El escenario se vuelve un espacio de encuentro para sensibilizar, visibilizar, se vuelve vida donde confluyen artistas con y sin discapacidad para hacer inclusión en el escenario.

El 2018 marca las vidas de Melissa Córdova, fundadora de Entre Colores y Sombras en El Salvador, y de Olivia (nombre ficticio), integrante del equipo coordinador de La colectiva en Nicaragua, al realizar sus primeros acercamientos al arte desde otras miradas.

Las dos compañías trabajan el teatro de forma profesional, más allá de una herramienta como terapia o prevención. Durante años han formado en teatro a jóvenes, personas adultas y comunidad LGBTIQ+ con discapacidad intelectual, combinando otras artes como la danza, pintura y dibujo.

En las tablas las y los artistas con discapacidad intelectual y LGBTIQ+ son protagonistas, inspiran a otras personas, se apropian de su derecho al arte y a la cultura, y el teatro se vuelve un tema de transformación para artistas y público. Pero este aprendizaje ha trascendido a las familias con quienes se han generado procesos de formación. 

“Ha sido gran logro ver cómo a partir de la presentación de una obra de teatro todo un sistema familiar cambia, por ejemplo reconocen a sus hijas e hijos LGBTIQ+ con discapacidad como seres con sexualidad; que les reconozcan sus pronombres y las formas en las que quieren ser llamados/as/es, es reconocer también su autonomía, el derecho a vivir libres de violencia”, expresa Olivia.
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la Organización de las Naciones Unidas reafirma que las personas con discapacidad son sujetas de derechos y se les debe reconocer su derecho en la vida cultural en igualdad de condiciones y sin discriminaciones.

Artistas que brillan con luz propia

A raíz de su maternidad, al tener a una hija con Síndrome Down, en Melissa surge la inquietud de sensibilizar a las personas sobre el tema de la discapacidad intelectual. Melissa ya trabajaba en las artes escénicas y creó la obra “Tintino”, con ella inicia la motivación de crear arte inclusivo y en 2018 convoca a personas sin discapacidad y se seleccionan a artistas con discapacidad intelectual para producir la pieza. 

Después de presentar la primera obra, el proyecto continuó con esfuerzos. Nace Entre Colores y Sombras, siendo un espacio autogestionado, generando oportunidades laborales para artistas con discapacidad intelectual y sin discapacidad. El objetivo era que el público reconociera y aplaudiera el trabajo que se hacía desde la escena y no que se reconociera su trabajo porque había personas con discapacidad intelectual en el elenco. 

“Es difícil porque hay una falta de información, hay un miedo a lo diferente. Siempre he dicho que nos da miedo lo que no es igual a mí, […] pero partimos de abrir espacios alternativos donde concienticemos a los y las artistas para que también involucren en sus espectáculos a personas con discapacidad intelectual; si también les consideran como necesario en su espectáculo, porque tampoco que se vea forzada la inclusión”.

El elenco de Entre Colores y Sombras ha creado cuatro obras de teatro desde 2018 sobre diversos temas. Sus integrantes son: Ariela Novoa, Rafael Valdivieso, Sarah Salazar, Fernando Elías, Manuela Romero, Fabiola Palacios, Eunice Medrano, Diego Figueroa, Lara Romano.

Según la Encuesta Nacional de Personas con Discapacidad 2015, el 6.4% de la población de El Salvador tiene algún tipo de discapacidad (sensorial, física, mental o psicosocial). Las mujeres con discapacidad alcanzan el mayor porcentaje, 54.2%, frente a un 45.8% de hombres.

Desde 2018 Entre Colores y Sombras ha creado cuatro obras: “Tintino”, “938 kilómetros hacia el olvido”, “Serenas” y “La maleta de los sueños” que abordan temáticas como el desplazamiento y la desaparición forzada, el suicidio y los derechos sexuales y reproductivos. Desarrolladas en una combinación del teatro y la danza, por los nueve artistas que forman parte del elenco, ocho jóvenes con Síndrome Down y una artista con discapacidad intelectual. La mayoría son mujeres quienes han realizado los papeles protagónicos. 

Para Melissa esta compañía tiene muchos significados “las personas con discapacidad existen, como existen los colores. Los colores son diversos como la vida misma, pero también existen situaciones difíciles que se pueden catalogar como grises. También hay sombras que nublan o acompañan y muchas veces las personas con discapacidad viven bajo la sombra, de ahí surge el nombre de Entre Colores y Sombras”.

En los escenarios las personas brillan con luz propia, toman decisiones. “El escenario se convierte en un espacio inclusivo porque no solo son artistas con discapacidad intectual, sino que también realizan sus propias tomas de decisiones. En ese momento el arte se vuelve ese canal de inspiración, y como siempre he dicho lo que no se nombra no existe , y por eso es reivindicativo decir, persona con discapacidad intelectual”.

De acuerdo al UNFPA, la discapacidad se ha consolidado como un factor de desigualdad social, donde existe la falta de capacidad de la sociedad para ser inclusiva frente a la diversidad bajo parámetros definidos como “normales” y se convierten en un grupo poblacional separado del resto.

Artistas de Entre Colores y Sombras durante la presentación de la obra “La maleta de los sueños” en un parque de San Salvador.

Aquí estamos: tenemos sueños, placeres y alegrías

“Queremos transmitir a la sociedad que aquí estamos, existimos y somos más allá de nuestros cuerpos, de nuestras capacidades o nuestras orientaciones sexuales. No somos solo lesbianas, gays, trans, no nos define una discapacidad. Somos personas, nos enfrentamos a las sombras, a los miedos, a los estereotipos y paradigmas sociales, pero también tenemos sueños, placeres, alegrías”, expresa Olivia.

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En 2018 Nicaragua vivía una crisis política. En esa época Olivia, tuvo sus primeros acercamientos al arte, el contexto la llevó a explorar nuevas formas de trabajo, lucha e incidencia. Pero fue hasta 2020 que se encontró con La colectiva y comenzó a hacer teatro cabaret con el objetivo de trabajar la incidencia política desde la risa y la sátira.

La colectiva realiza un trabajo interseccional con poblaciones LGBTQ+, también con las madres y familiares de estas poblaciones. Dentro de su colectiva hay una persona adulta con discapacidad, por ello adaptan los procesos creativos y metodologías para ser comprendidos por todas las personas, se acompañan los cambios de acuerdo a las necesidades de las y los protagonistas para lograr la participación integral y activa a la que tienen derecho.

“El arte nos ha permitido gestionar espacios de risa y de encuentro con nosotras mismas, cuando hacemos teatro, somos escuchadas. Visibilizamos nuestros cuerpos vulnerados y sus historias”.

El grupo está conformado por jóvenes LGBTIQ+, mujeres cis y trans, lesbianas, bisexuales, pansexuales y hombres gays entre los 19 y 60 años, de zonas rurales y urbanas. Con formación en expresiones artísticas como la pintura, escritura creativa, creación de contenido digital y temas de derechos humanos, LGBTQ+, amor romántico y sexualidades sanas. 

Desde el 2017 han creado cinco obras de teatro cabaret que le han permitido a su comunidad acercarse a las realidades de “las personas que no encajamos en los estereotipos de la sociedad”. Las obras son: “Lo que dicen que dijeron”, “La esperanza es lo último que muere”, “El club de las villanas”, “Saliendo del ropero” y “Amiga date cuenta”.

Para Olivia hacer arte también es un tema de identidad cultural para quienes que no caben en los estereotipos sociales “construir arquetipos cercanos a nosotros/as/es es importante, reencontrarnos con esos cuerpos que han sido rechazados, nos permite ser más auténticos/as/es […]. El teatro cabaret, le permite al público reflexionar y cuestionar sus creencias, y ese es un resultado tangible que como colectiva lo hemos visto”.

A partir de esos conocimientos se puede transformar y construir una sociedad más inclusiva, pero en Nicaragua es una utopía. “Los Estados nos quitan a diario espacios cívicos porque saben que tener gente informada y con las herramientas para construir cambios es peligroso para poder y sus intereses, quienes aún trabajamos, nos sostenemos desde la clandestinidad y eso vuelve el trabajo más laborioso”, expone Olivia.

Melissa y Olivia reconocen el arte como un derecho de libre acceso, que se debe garantizar desde el Estado, la sociedad y la familia. El arte y la cultura deberían de ser un trabajo de base de la sociedad porque permite tener conciencia de la realidad, ver las injusticias y violencias que culturalmente se vive como sociedad.

*El nombre de Olivia y la compañía de teatro fue cambiado para resguardar sus identidades.

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