Por: Concha Armas
La vida de Alexa Rodríguez, mujer trans e indígena lenca salvadoreña, demuestra que incluso en una región donde las mujeres trans enfrentan una expectativa de vida de apenas 35 años, es posible transformar la violencia en fuerza, la exclusión en comunidad y la herida en esperanza. Su historia desafía al sistema y nos invita a creer en lo que podemos construir cuando nos elegimos a nosotras mismas.
“Yo vengo de una historia de mucha violencia, abusos y pobreza, (…) ahora tengo un espacio para mí y soy feliz, creo que si yo lo logré, todas podemos lograrlo. En la sociedad siempre nos van a ver mal, siempre van a hablar mal de nosotras, pero lo que más importa es lo que yo pienso de mí misma, lo que yo quiero hacer.”
Alexa Rodriguez
En América Latina muchas mujeres trans enfrentan una expectativa de vida que ronda los 35 años (Organización de los Estados Americanos, 2015), atrapadas por la violencia, la exclusión, la falta de acceso a servicios básicos y derechos, las condiciones de vida digna y segura se ven reducidas. En ese contexto, Alexa Rodriguez construye su propia historia, ella se ha enfrentado al sistema, y en sus propias palabras “ha hecho todo lo que se ha propuesto” rompiendo así cualquier estereotipo.
“Mi nombre es Alexa Rodríguez, tengo 49 años, soy originaria de Usulután, El Salvador. Me identifico como una mujer con experiencia trans, conocí junto a una prima mis raíces indígenas, aprendí náhuatl, por lo que también me reconozco como una mujer indígena, lenca salvadoreña.”
Reconocerse y nombrarse
Alexa es la hija menor de tres hermanos, ella recuerda; “soy la hija menor, tengo un hermano y una hermana. Recuerdo que cuando era pequeña mi hermana me molestaba mucho, solía decirme mi nombre legal en femenino (el que me pusieron mi mamá y mi papá), según ella me hacía burla, pero a mí no me molestaba, al contrario me gustaba mucho, tanto es así que al día de hoy aún conservo parte de ese nombre. Escuchar a mi hermana llamándome así afirmaba lo que sentía.”
Alexa recuerda una realidad familiar muy compleja: “Yo perdí a mi mamá a los nueve años, y sufrí abusos físicos, sexuales y emocionales por parte de mi papá, tengo recuerdos de él tocando mis genitales, no recuerdo que haya hecho más, pero sí le gustaba verme sin ropa. Para mi fue muy duro crecer así, siempre me hizo creer que la que estaba mal era yo.”
“Luego de la muerte de mi mamá tuve que mudarme a casa de mis tías y tíos, ellos y ellas me llevaban siempre a la iglesia. Nunca voy a olvidar la predica de un pastor, el siempre hablaba de las personas transexual, decía que en Estados Unidos todo era una perdición, que era la gran Babilonia, que los hombres podían ser mujeres, que podian operarse y ponerse tetas. Yo me quedaba absorta, imaginando a través de esa predicación, y me repetía constantemente, “entonces sí se puede, lo que yo deseo sí se puede”, quien iba a decir que una expresión de odio tan fuerte me iba a dar a mí la seguridad para reconocer la persona que quería ser, ese pastor estaba hablando de mi futuro y yo lo sabía.”
Cuando la supervivencia se vuelve camino
Alexa relata que en su país enfrentó violencia, exclusión, y ejerció el trabajo sexual por necesidad: “Cuando tenía 14 años, corrieron a mi hermana de la casa de mi tías y decidí irme con ella. Yo lo vi como una salida, tal vez no fue la mejor decisión, porque en realidad tuvimos que vivir en las calles, de casa en casa, rodar por aquí y por allá, pero a pesar de eso yo vivía libremente mi identidad.”
Según la Asociación ASPIDH Arcoiris Trans, en El Salvador, aproximadamente el 42% de las mujeres trans se dedican al trabajo sexual por la falta de empleo formal u opciones dignas. (Diario Digital Contrapunto, 2022) , desde su experiencia, Alexa cuenta: “En el mercado conocí a dos chicas, ellas me enseñaron a peinarme, me arreglaban, me ponían bonita. De repente me di cuenta que estas chicas me utilizaban para atraer hombres, y una de ellas cobraba por mis servicios sexuales. En ese momento a mí no me desagrada la idea, pero es que yo lo había normalizado, solo pensaba en no perder la compañía y el apoyo de mis amigas.”
“El acceso a un tratamiento hormonal seguro fue otro tema. Cuando inicié el tratamiento yo estaba loca por tener tetas, y no me salían, entonces comencé a tomar pastillas anticonceptivas, me tomaba un paquete entero todos los días, me provocaba muchos dolores de cabeza.”
“En ese momento conocí a un señor, viví con él 14 años. Me quedé con él porque me daba dinero, estaba comoda, tenía comida, ya no tenía que ejercer el trabajo sexual, sin embargo el no quería que yo tomara hormonas, me decía que me podía vestir como mujer cuando lo deseara, pero que cuando llegaran visitas a la casa debía verme como un hombre, y me vi coactada otra vez.”
“Cuando cumplí 27 años, conocí a PASMO, me gradúe de un proceso de formación que ellos coordinaban, aprendí mucho. En ese entonces inicié también un tratamiento hormonal más controlado, junto a una amiga farmacéutica. En 2009 decidí irme para Estados Unidos, mi relación estaba muy deteriorada, a pesar de tener todas las comodidades vivía mucha violencia psicológica, un día incluso tuve que arrodillarme delante de él para que me permitiera comer.”
En enero de 2009 Alexa decidió cruzar la frontera hacia los Estados Unidos. Allí encontró nuevas barreras y nuevas posibilidades. Una de las razones que la hizo movilizarse fueron los sucesos que vivió en 2008 a manos de las pandillas:
“En el mes de junio de 2008, un hombre apodado “El Chino”, quien era miembro de la pandilla “Mara Salvatrucha (MS-13)”, la golpeó brutalmente afuera del restaurante en el que ella trabajaba, situado en el departamento de Usulután. A este incidente violento, se sumó otro sucedido dos meses después, cuando una tarde de agosto de 2008 la presunta víctima, vestida con prendas socialmente asociadas a su identidad de género femenina, se encontraba comiendo con una amiga en una estación de gasolina cuando el líder de la Mara Salvatrucha en Usulután, apodado “El Animal” se acercó y comenzó a golpearla, insultándola y robando sus pertenencias. Señalan que, al llegar la policía, los agentes no creyeron el relato de Alexa Rodríguez, por lo que dejaron ir al agresor, pero tomaron la identificación de la presunta víctima y comenzaron a burlarse de ella usando nombres despectivos.” (Corte Interamericana de Derechos Humanos, 2016)
“Mi llegada a Estados Unidos fue muy compleja. Me mudé con mis hermanos, pero le deje claro a toda mi familia que yo era Alexa, y no les iba a permitir llamarme por otro nombre, ellos lo entendieron, pero luego nos volvimos a separar, mi sueño era tener un espacio propio, entonces comencé a estudiar el idioma, me pusé a trabajar.”
Construcción de comunidad
“Trabajé con organizaciones, hice muchos voluntariados, me quité el apellido de mi papá, y como segundo nombre elegí Elizabeth, en honor a mi mamá, y que significa “la que cuida de su pueblo”, desde entonces me dedico a acompañar las vidas de otras mujeres trans.”

“Actualmente trabajo en una clínica comunitaria, para personas LGBTIQ, trabajo en el departamento de salud trans. Soy coordinadora para el área de cirugías y afirmaciones de género. Fundé también una organización en 2010 “TransLatin@s”, para apoyar a personas trans a acceder a derechos sociales, médicos y de migración. En esta organización también hacemos abogacía comunitaria, para asegurarnos que las personas trans tengan un trato digno y respetuoso. Nuestra organización tiene más de 50 miembrxs actualmente, y la mayoría somos de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, México y Perú. Me gusta reunir a las personas, a la comunidad y a mi familia alrededor de mi mesa, me encanta cocinar para ellxs, verles comer y disfrutar, para mí es un acto de amor que me llena el alma.”
De la barrera a la esperanza activa
Alexa reconoce que el camino ha sido largo, duro y marcado por luchas constantes. Pero reafirma un mensaje transformador: “Para mí lo más importante es aceptarnos a nosotras mismas, tenemos que aprender a sanar, a ponernos a nosotras en primer lugar, yo pensaba que todo lo que me pasaba era mi culpa, la sociedad, la religión, mi familia me lo hacía creer así. Es importante perdonarnos, entender que no somos culpables de nada, auto amarnos para seguir adelante.”
Continúa diciendo: “A las mujeres trans nos han querido hacer creer que no podemos hacer nada, que nunca vamos a lograr tener un vida digna, pero hoy tenemos a mujeres trans de congresistas, yo no tengo estudios académicos, viene a terminar el bachillerato a este país, pero trabajo en una clínica, mis compañeros son trabajadores sociales y yo solo tenía High School en ese momento, pero soy la jefa, porque me he preocupado por investigar y aprender. Estudiar es importante.”
Hoy Alexa tiene su casa, su carro pagado, ha estudiado, es intérprete, notaria, activista. Ha salido del trabajo sexual forzado y aunque reconoce que ocasionalmente lo realiza para tener “unos 100 pesos extras”, lo distingue claramente: “ahora lo hago por elección y no por necesidad”.
“Yo vengo de una historia de mucha violencia, abusos y pobreza, cuando llegué a este país no tenía ni para comprar un par de zapatos, y ahora tengo un espacio para mí y soy feliz, creo que si yo lo logre, todas podemos lograrlo. En la sociedad siempre nos van a ver mal, siempre van a hablar mal de nosotras, pero lo que más importa es lo que yo pienso de mí misma, lo que yo quiero hacer.”
Alexa encarna la esperanza activa a través de su vida misma, no espero que otros construyeran la vida digna que merece, sino que la tomó, la moldeó y ahora todo lo aprendido lo ofrece a su comunidad. Su vida y sus éxitos, confrontan directamente a un sistema que nos corta las raíces, ella ha transformado todas las barreras en oportunidades.
“Dejemos de poner pretextos y creamos en nosotras mismas”
