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Crear comunidad: María José Bejarano y su camino en la danza movimiento terapia

Crear comunidad: María José Bejarano y su camino en la danza movimiento terapia

Escrito por Ang Azofeifa

Editado por Gabriela Paz López

Ilustraciones Tania Molina

Nos alegra muchísimo poder ahondar hoy en el movimiento y la danza con alcances terapéuticos que están llevando a cabo diversas mujeres en el territorio centroamericano a manera de compartirles una nueva semblanza. Centrada en un trabajo descrito como muy a cuenta gotas, nos adentraremos hoy en la profunda búsqueda en la construcción de un oficio que identifica a María José Bejarano, fundadora del proyecto de movimiento introspectivo, danza comunitaria y salud mental, investigación, creación y arte llamado Proyecto Colibrí Creativo en Costa Rica.

Hoy vamos a enfocarnos en el trabajo que María José viene haciendo desde hacía varios años, peculiarmente a partir de la reciente pandemia del COVID-19, con mujeres en la zona de Los Santos. Este lugar es un territorio que se considera el “eje cafetero” en el sureste de Costa Rica.

Terapeuta clínica de formación, María José se especializó en danza movimiento terapia[1] en Argentina y cuenta con una maestría internacional en antropología de la danza. Sin embargo, reconoce formarse más allá de sus titulaciones en un camino de profunda investigación personal que ha ejercido en diversas comunidades – especialmente las rurales a nivel costarricense.

Acompáñenos a hacer foco en esta historia de montañas, danza, movimiento y sanación comunitaria. Para comenzar este relato, compartiremos información base sobre principios que nos apelan a todes en el trasfondo de nuestras cuerpas, especialmente de lo que sucede a través del movimiento y la danza en conjunción con nuestras socializaciones.

Ir de lo macro a lo micro a manera de construir: ¿Qué observamos cuando vamos a lo pequeño?

Según María José nos cuenta, en el ejercicio de la psicología, la antropología y la danza, el cuerpo, el gesto y lo pequeño hace imposible no encontrarse con la micropolítica y el cambio macro que representan los microcambios. La micropolítica es un pilar central de su trabajo. Validando la conjugación que lleva con la neurociencia, en este quehacer se habitan profundamente las preguntas que existen en todo ese movimiento de nuestro día a día, invitándonos a revisar todo lo que sucede desde que nos levantamos por la mañana hasta cómo nos hablamos y reaccionamos cuando nos vemos a los ojos con alguien.

¿Cómo nos encontramos y armamos un vínculo seguro?

¿Qué consiente una cuando consiente en la intimidad?

¿Cómo nos sentimos seguras en nuestra interacción? 

Según ella nos cuenta, su trabajo estudia los significados atribuidos, por ejemplo, a la distancia entre los cuerpos, el permiso de tocarse (o no) el cuerpo propio, de conocerse y poderse encontrar con otras personas.

Pero ¿qué pasa cuando la danza y el espacio de afecto ha sido ajeno o inclusive violento? Ahondemos en el concepto de la “predanza”.

De acuerdo con lo que María José nos describe, la micropolítica del feminismo en el activismo del cuerpo y la danza reconoce que en este tipo de espacios a veces se generan muchas violencias. Parte de lo que ella llama micropolíticas o activismos desde la danza es reconocer que toma tiempo poder llegar a una autorización personal para bailar una danza propia.

Para ella es claro que hay muchísimas capas de trabajo que requieren muchísimo cuidado, en donde un movimiento en falso, como le llama, le puede bloquear el trabajo mismo. Inclusive expresa que hay participantes que quizás esperan que les indique cómo bailar, cómo resolver ejercicios y que les diga puntualmente a lo que van. Ella encuentra esa expectativa como parte de algo muy directivo de un mundo patriarcal donde todo se ve así.

A manera de ejemplo, nos recuerda que hay técnicas hegemónicas de la danza que son importadas y arrastran conversaciones que vienen de otros contextos. Parte de esas prácticas es imponer una técnica como forma de moverse sobre alguien en un encuadre en el cual no viene a aprender una técnica en específico, sino a ver si es que hay algo de sí misma que puede poner en movimiento. “Llegar a un espacio rural a compartir la danza no necesariamente tiene que ver con imponer una trayectoria urbana e imponer una forma de moverse”, nos aclara con contundencia. Nos recuerda lo mucho que algo muy pequeño puede ser muy grande en un contexto dado; por lo cual afirma que ganar la posibilidad de un espacio seguro y contenido con una mirada cuidadosa de grupo toma tiempo.

Ilustración: Mujeres disfrutan de un momento de movimiento

Todo esto comprende lo que María José llama un período de “predanza”. Le llama así a esa disposición psíquica que precede al movimiento en sí mismo. El decir: “Usted se puede mover como quiera” y que el movimiento que esa persona trae realmente sea potencializado es algo que define como una acción clave para poder generar cambios en las dinámicas sociales.

El cuerpo como entrada de información: Las metáforas corporales y los puntos de partida — no de llegada.

Apoyándose intelectualmente en autores como Félix Guattari, Suely Rolnik y Michel Foucault, María José asume la práctica de la danza movimiento terapia como un ejercicio clínico, artístico y comunitario de participación asociado a la consciencia corporal. Ella trabaja a nivel profundo con la metáfora del cuerpo bajo la premisa de que todo parte de un estado y decisión corpórea. Así, nuestras manos, bocas y ojos tienen un significado con atributos culturales y las subculturas que habitamos.

Dentro de esta lógica, es primordial ver el movimiento como contenedor de un gesto que está plasmado y plagado de significados, tanto de nuestras familias como de nuestras relaciones y espacios afectivos. Según esta mirada, el cuerpo se abre a una posibilidad emocional, cognitiva e identitaria. María José aclara que el cuerpo nos habla de las formas en la que decimos que no, lo que rechazamos o aceptamos, cómo tocamos y somos tocades. Todo está pleno de significados para todas las personas.

Desde la conciencia corporal y la exploración del movimiento se llega a cuestiones que cada quien vive. Bien puede ser que le afecten, bloqueen y retengan, como a veces pueden ayudar e impulsar a una persona. Si bien afirma que el acompañamiento clínico suele ser más sencillo a nivel individual, también comparte que hay cosas que trabajar en lo social que se encuentran en la comunidad.

La comunidad como síntoma

Más allá de nuestro consenso social (como el género, la raza, la diversidad y las diferencias en las subjetividades), María José nos explica que lo sintomático muchas veces tiene que ver con una subjetividad muy particular que no encuentra espacio en el entorno familiar y social para existir, relacionarse de la forma en la que desea, crear nuevas reglas para sus relaciones y distar de lo que se ha aprehendido en el crecimiento.

De ahí el valor de poner todo esto en una metáfora y poder verlo desde el movimiento. Como, por ejemplo, a través del juego con el peso, desde las direcciones del cuerpo, con respecto a un gesto atado a un recuerdo de alguien a quien quiero o con respecto a mi propio gesto. Esto conlleva una revisión de esos caminos de movimiento por donde siempre pasamos como una gran metáfora que vivimos en nuestros afectos de forma muy vívida. Según ella nos dice, recordar gestos y experiencias nos permite recuperarlos desde nuestro sentir para irle dando un significado a ese movimiento.

En la reflexión que nos comparte existe una noción central. Esta consiste en que fácilmente nos parecería que nosotres siempre nos vamos a mover de muchas formas. Sin embargo, María José nos aclara que nuestra trayectoria de vida, afectiva y corporal realmente nos van a llevar a ciertos patrones que serán muy evidentes para quien observa. Por ende, proponer otro tipo de movimiento o hacer consciente otros patrones también traen a la conciencia información sobre la identidad y el proyecto de vida de quien se mueve.

Comprendiendo ese trabajo de base en su quehacer, pasamos ahora a profundizar sobre su experiencia con el grupo de trabajo que ha forjado con mujeres en Costa Rica.

El grupo de danza comunitaria de Los Santos: Un espacio de participación social.

Desde el 2021, María José sostiene un grupo con diferentes participantes que le ha llevado a la búsqueda hacia los gestos de las mujeres de Los Santos para determinar qué tipo de lenguaje de movimiento puede contar la historia de estas mujeres.

Debemos comprender que Los Santos es una región compuesta por tres cantones muy diferentes entre sí con culturas muy diferentes. Ella nos recuerda que éste es el único lugar donde hay tantos indicadores visibles y signos afectivos de lo bélico en Costa Rica. Es un territorio donde aún viven viudas de guerra.

Ciertamente, esta zona es una parte geográfica histórica en el país. Es en las montañas de esta región donde se dio el estallido de la llamada “Guerra del 48”, la histórica guerra civil de Costa Rica. Esta guerra dio lugar, entre otros, a la abolición del ejército y la promulgación de la actual Constitución Política, tanto como lo que se conocería como una Segunda República.

Ilustración: Presentación de danza

Donde la danza comenzó a abrir camino: “La danza en su no verbalidad fue colocando ciertos significados.”

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El grupo de María José arrancó en pandemia, en un momento de violencia con mujeres que necesitaban un espacio de participación que atendiera este momento de angustia, estrés y ansiedad. Así, tomó la decisión política de involucrar solo mujeres en el grupo y, para lograrlo, formó una alianza con un grupo de mujeres de la Unión de Cooperativas de Los Santos. Ahora trabaja con un grupo intergeneracional que contempla personas entre los 21 y los 60 años.

El trabajo se trata de generar espacios desde la sororidad, desde el cuidado colectivo, que permitan desmontar la creencia de que las mujeres somos competencia entre nosotras, nos dice. Para ella, el establecer relaciones de cuidado entre mujeres es fundamental para generar un tejido comunitario.

Con este trabajo que ahora describimos, mujeres que nunca antes habían tenido la oportunidad de danzar han mostrado a la comunidad partes de sus creaciones en diversos contextos y eventos. La vitalidad detrás de estos logros, además, es que, como María José bien nos afirma, con el cuerpo se queda más que lo que se comprende con la palabra.

“La danza es el abono orgánico que puede recuperar el suelo propio de nuestros afectos, de mirarnos, nuestra historia de vida, etc.”

Según el relato que nos hace está facilitadora, estos procesos también han sido una forma de educación de la mirada social y externa que le ha resultado impresionante, especialmente cuando hay amigos o familia que no esperan ver a alguien en la condición de estas mujeres llevando a cabo un producto artístico tal.

Como estrategia de sostenibilidad y una forma de motivación, la posibilidad de mostrar resultados escénicos también tiende un puente creativo entre estas mujeres que de otra forma no tendrían. Ella lo ve como pequeñas cosas que están atravesadas por una intención en donde prima la grupalidad. Eso sucede de forma tal que ayuda a definir qué es sororidad y la grupalidad misma para revisar cómo se están viendo entre quienes participan.

El uso de la metáfora les ha permitido dejar de contar historias vinculantes de manera directa y hablar así de temas amplísimos que cada persona observadora puede interpretar como sea.

Alguien que no ha tenido la oportunidad de crear poesía, música o arte plástico ha podido vivenciar lo que es poner el cuerpo al frente de forma pública y, en ese acto, también liberarse.

Ante todo este trabajo, irse a vivir a la zona de Los Santos fue parte de su decisión en el camino. Según nos comparte, dejarse permear por esas culturas en esas comunidades le ha permitido a ella también transformarse. Algunas veces nos cuenta perderse en quien solía ser y se halla mirando las cosas desde un punto de vista que ganó ahí. Algunas veces se incomoda en las contradicciones entre de dónde viene y dónde ha querido quedarse. El oficio mismo la viene transformando. “Lo que pasa conmigo literal y concretamente es que termino agotada después de un taller. Mi cuerpo está ahí súper abierto y escuchando todo y siendo muy vigilante de todo lo que pongo ahí en juego” nos cuenta.

En un signo de gratitud por todo lo que puede rescatar de procesos complejos, hilvanados como parte de un enorme tejido corporal y comunitario, le escuchamos honrar su trabajo de la mejor forma:

“¡Qué maravilloso que, por pura casualidad, esté ahí en el momento adecuado, con las personas adecuadas y que de ahí haya devenido todo lo que ha sido! Los lugares profesionales a los que quería llegar.”


El nivel de búsqueda, cuido y esfuerzo con el cual María José Bejarano hace su trabajo en comunidades de mujeres queda claro a lo largo de todo el recuento de su trabajo, el cual abiertamente nos otorga para conformar esta nueva semblanza centroamericana que por aquí les dejamos.

Hoy, a cuatro años de haber arrancado, ella sigue en lo que llama un trabajo de mucha observación, sosteniendo esta grupalidad ad honorem en lo que ella nombra como hacer “a puro feeling[2] y corazón.” Con claridad rescata un trabajo creativo muy expuesto y también muy lento.


[1] Término que se traduce literalmente de su original en inglés de dance movement therapy. Es una terapia que parte del movimiento y la danza para acceder a información que se aloja en el cuerpo como cruce de factores emocionales, cognitivos, sociales y culturales.

[2] Sentimiento en inglés.

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