La historia de nuestra región ha estado marcada por largas guerras, el empobrecimiento y la violencia, dando como resultado la falta de oportunidades laborales, desigualdades, violencia social, crimen organizado, extractivismo y desastres de origen natural o provocadas por la explotación ambiental; obligando a miles de personas centroamericanas a migrar, en muchas ocasiones con el único objetivo de proteger su vida y la de su familia.
Según datos del Programa Estado de la Nación el 4% de la población centroamericana, aproximadamente 4,7 millones de personas (al año 2019) vive en un país diferente al que nació, siendo Estados Unidos y Costa Rica los principales países de destino (PEN, 2021, p. 385).
De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la población migrante según el país de origen se distribuye de la siguiente manera: 33% es salvadoreña, 28,3% guatemalteca, 20,4% hondureña, 15% nicaragüense y 3% costarricense (OIM, 2022).
OIM también destaca que la región centroamericana está atravesada por cuatro corredores migratorios. El corredor Sur-Norte representado por personas centroamericanas que migran hacia Estados Unidos, el corredor Norte-Sur, o intrarregional, representado por centroamericanos que se mueven a lo interno de la región, principalmente hacia Costa Rica, México y Panamá; el corredor de tránsito representado por personas procedentes del Caribe, Suramérica, Asia y África que atraviesan Centroamérica para llegar a Estados Unidos y el corredor de migrantes en retorno que vuelven a sus países desde México y Estados Unidos (OIM, 2022).
De estos corredores migratorios, el que va hacia Estados Unidos y hacia Costa Rica destacan de forma particular. Para el año 2019 se estimaba que el 80% de las personas migrantes centroamericanas vivía en Estados Unidos (PEN, 2021, p. 386).
Costa Rica por su parte, juega un papel fundamental en el “corredor sur” al ser el principal país de destino de la migración intrarregional, recibiendo entre el 54,2% y 54,9% de esta población, sobre todo la de origen nicaragüense (PEN, 2021, p. 388). Para el año 2019 se estimaba que el 9,4% de las personas que vivían en Costa Rica eran migrantes (aproximadamente 477.466 personas), de las cuales el 53,3% son mujeres y 46,7% son hombres (Gatica, 2020, p. 69).
Las mujeres en la migración
Para las mujeres, además de las causas estructurales que dinamizan los procesos migratorios, están las causas relacionadas con la violencia por razones de género; desde la violencia física que las obliga a huir del país, la violencia patrimonial que enfrentan cuando el padre de sus hijas e hijos les abandona y deposita en ellas toda la responsabilidad económica y emocional que supone la crianza.
En este análisis también se hace necesario tomar en cuenta cómo la delincuencia y la violencia afecta la vida de las mujeres en sus países de origen. Según datos de InfoSegura, los delitos relacionados con violencia que más afectan a las mujeres centroamericanas son desapariciones, violencia sexual y violencia intrafamiliar, además de las altas tasas de muertes violentas de mujeres, principalmente en Honduras (6,7 por cada 100.000 mujeres) y Guatemala (4,2 por cada 100.000 mujeres) (2020, p.5).
A partir de lo anterior, tanto las causas estructurales de la migración, como aquellas causas que dinamizan las migraciones de las mujeres en particular, permiten reconocer que ellas son protagonistas activas de los procesos migratorios.
Ahora bien, para comprender los diferentes roles que las mujeres asumen es necesario reconocer que la migración como fenómeno social trasciende a la persona que se mueve desde un punto A a un punto B, alcanzando a familiares en el país de origen y a las diferentes redes de apoyo que se activan en tránsito y destino. Partiendo de este punto vemos que las mujeres participan de las movilidades como migrante en primera persona con un proyecto propio, o bien, en procesos de reunificación familiar. Pero ellas también participan quedándose en su país de origen a cargo del cuido de sus hijas e hijos cuando migra su pareja; asumiendo a las hijas e hijos de las mujeres que migraron, o poniéndose al frente de las diferentes organizaciones sociales que desde los países de origen, tránsito o destino defienden los derechos de las personas migrantes y denuncian la violencia, las desapariciones y diferentes arbitrariedades que se comenten en su contra (Lexartza et al., 2012).
Estas distintas formas de vincularse con los procesos migratorios se interrelacionan con los mandatos de género, en algunas ocasiones fortaleciéndolos y en otras los confronta de forma directa. En este sentido, los estudios que se han realizado sobre las cadenas globales de cuidados dan cuenta de cómo estas tareas se trasladan de unas mujeres a otras ante la falta de participación de los hombres, el Estado y el sector privado; Sin embargo, las mujeres también recurren con frecuencia a: a estrategias mercantilizadas -cuando mujeres contratan a otras mujeres para realizar tareas domésticas-, y familiares, cuando las mujeres contratadas delegan en otras mujeres de su familia -usualmente por parte de abuelas, tías o hermanas- las tareas domésticas de su hogar (Carcedo et al., 2011, p. 153-154).
Sin embargo, como se indicó anteriormente, las migraciones también producen importantes transgresiones en las vidas de las mujeres, por ejemplo, cuando ellas migran de manera independiente, trabajan de forma remunerada, perciben y administran sus propios ingresos y se convierten en las principales proveedoras de su familia (Carcedo et al., 2011, p. 44).
Frente a estas realidades, es urgente que las acciones de los organismos internacionales, las políticas públicas de los gobiernos y los esfuerzos que desde la academia y la sociedad civil se realizan, apunten a trabajar en doble vía, tanto para prevenir las causas de la migración como para responder a las realidades de las personas migrantes; impulsando medidas enfocadas en la atención, la seguridad y el bienestar de las mujeres y sus familias, ofreciendo capacitaciones para fortalecer sus herramientas para la empleabilidad, incentivando la creación de fuentes de empleo digno, promoviendo políticas universales de cuidados y facilitando la integración social.
Referencias bibliográficas
Carcedo, A., Lexartza, L., Chaves-Groh, M. 2011. Cadenas globales de cuidados: El papel de las migrantes nicaragüenses en la provisión de cuidados en Costa Rica. ONU Mujeres. https://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:Vrp_EZvH89IJ:https://trainingcentre.unwomen.org/instraw-library/2012-MIG-NIC-PAP.pdf+&cd=1&hl=es-419&ct=clnk&gl=cr&client=firefox-b-d
Gatica, G., 2020. Migraciones en Costa Rica: aportes para la toma de decisiones en el marco del COVID-19. En Revista Rupturas 10, número especial COVID-19, Costa Rica, pp. 69-71. https://revistas.uned.ac.cr/index.php/rupturas/article/view/2926/3635
InfoSegura, PNUD. 2020. Violencia contra las mujeres a lo largo del ciclo de vida, Centroamérica y República Dominicana, 2020. https://infosegura.org/2021/06/21/violencia-contra-la-mujeres-en-centroamerica-y-republica-dominicana-2020/
Lexartza, L., Carcedo, A., Chaves-Groh, M. 2012. Mujeres centroamericanas en las migraciones. Una mirada alternativa frente a un discurso homogeneizante sobre las migraciones. PCS-Consejería en Proyectos y CEFEMINA. https://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:8zKMEEiD3ycJ:https://imumi.org/documentos/Mujeres_centroamericanas_migraciones.pdf+&cd=1&hl=es-419&ct=clnk&gl=cr&client=firefox-b-d
OIM. 2022. Portal de datos sobre migración. https://www.migrationdataportal.org/es/regional-data-overview/datos-migratorios-en-centroamerica
Programa Estado de la Nación, Sexto Estado de la Región 2021, Costa Rica, 2021, p. 388.